domingo, 28 de febrero de 2016

Polvo de estrellas

   A mí me gusta el cine, con pasión, y por encima de muchas otras manifestaciones artísticas. No recuerdo otro pasatiempo que me haya durado más, hasta donde me alcanza la memoria, que ver películas. Si tuviera un perro, que no no lo voy a tener nunca, lo llamaría Lassie; si tuviera un caballo, se llamaría Tornado; si tuviera una finca, sería Tara y si tuviera un velero, sería Poseidón. Si pudiera contratar a alguien para que cantara en mi funeral serían Frank Sinatra y Julie Andrews; si hubiera tenido  siete hijos  hubiera sido capaz de llamarlos Liesl, Friedrich, Luisa, Birgitta, Kurt, Marta y Gretel (busquen ustedes en la Wikipedia, pero no hay que ir muy lejos). Y cuando estoy de buen humor, me canto a mí misma una de estas dos: 


    O en inglés: 



    Cuando era una adolescente, me tragaba películas de dos en dos en los cines de las provincias (mi amiga Adela se tragó conmigo como doscientas de ellas, espero que lo recuerde); veía todas las sesiones de tarde de los sábados donde cada seis meses, más o menos, volvía a ver el "Robin Hood" de Errol Flynn o "Rio Bravo" de John Ford. Mi primer acto de trasgresión fue colarme a ver "Rocky", que sólo estaba autorizada para mayores de 18 años y yo, evidentemente no los tenía. Y pasé muchas madrugadas despejándome a ratos de mis estudios ( fui tan empollona como cinéfila) escuchando un programa llamado "Polvo de Estrellas", que emitía Antena3Radio y que presentaba un señor siempre malhumorado llamado Carlos Pumares, que sabía de cine lo que no estaba escrito y ponía bandas sonoras y canciones imposibles de encontrar en el mercado. El programa desapareció y al señor Pumares lo vi hace unos años de jurado en un concurso de Tele5 llamado "Mira quién salta"...Casi me da un desmayo; francamente, lo que tienen que hacer algunos profesionales para ganarse la vida!

    Viene a cuento toda esta perorata porque esta noche es la noche de los Oscars; que para mí es como si se juntaran la quema de la Falla principal, el chupinazo de San Fermín y la procesión del Corpus de Toledo. Hace años, me quedaba despierta toda la noche escuchando a Pumares que la radiaba en directo, con la consiguiente bronca de mis padres por trasnochar de una manera tan tonta;  más tarde me buscaba a alguien con Canal Plus para verlos por la televisión y desde hace años, me quedo sin verlos a pesar de haber entrado en la era Internet por dos razones: la primera y evidente porque tengo más años en las costillas y esas noches en blanco me pasan factura. La segunda y principal, porque cada año llegan los Oscars y yo no he visto ni un tercio de las películas candidatas. Y aquí viene la pregunta, como aquella que se hacía el famoso Zavalita de Vargas Llosa cuando se preguntaba en qué momento se jodió el Perú: en qué momento dejé yo de ir al cine con asiduidad? Pregúntenle a mis criaturas, a los cines que se han convertido en supermercados de patatas fritas, a los espectadores que contestan a sus móviles que además suenan, a la vida que llevo con  horarios complicados, al empeño de los directores en que las películas duren más de dos horas y a las series de televisión que me trago con voracidad porque muchas de ellas son mejores que el cine. 

    Sea lo que sea, esta noche reparten Oscars, yo me iré a la cama temprano porque mañana es lunes, y me contentaré con haber visto los trailers de las candidatas. Mañana veremos los discursos del insoportable Iñárritu ganando de nuevo y a otra cosa. Cuando vaya  a España en mis próximas vacaciones recuperaré los atrasos y veré la última de Almodóvar y me enfadaré porque seguramente será mala como la anterior; pero eso es lo que tienen las pasiones y los amores apasionados, que uno les perdona casi todo. Como llevo perdonando a Woody Allen desde hace casi doce películas.  Que no vaya al cine no significa que no las vea, ojo!

    Y a todos ustedes les deseo una feliz semana, la mía promete ser movidita, y ni siquiera la voy a empezar viendo una buena película. Les dejo con la sintonía de "Polvo de estrellas"...Qué recuerdos!





jueves, 25 de febrero de 2016

Nada que declarar

    Como todos los usuarios de Facebook, padezco la sobredosis de gatos, frases del Papa e insultos gratuitos a Pablo Iglesias; ahora se han añadido las filmaciones de partos y nacimientos, algo que no entiendo muy bien y de lo que me ocuparé otro día. Sigo ahí, porque como dicen mis hijos, Facebook es la red social de los viejos (para ellos yo soy vieja, evidentemente) y porque de vez en cuando también me llega algo que merece la pena, como hace unos días, cuando me leí un recorte de prensa haciendo alusión a la generación Erasmus, a la que creo pertenecer (porque el programa Erasmus también es viejo) y al papel que, moralmente, debemos desempeñar para evitar que Europa vuelva a ser un laberinto de fronteras.
    Completamente de acuerdo, y yo como la que más, que soy militante anti fronteras. Sin ir más lejos hoy las he cruzado dos veces;  en un tren de alta velocidad, sin darme cuenta que las cruzaba y apareciendo en un lugar distante dos horas de mi casa, donde se habla otro idioma y tienen otro rey, pero por suerte (aún) la misma moneda y los mismos valores humanos. No sé cuanto tiempo nos va a durar esta fortuna a los que vivimos en unos países que son de tamaño provincia, y verdaderamente espero que en algún momento del futuro cercano, el menos común de los sentidos que es el sentido común, le gane la partida a la sinrazón que quiere gobernarnos...No soy muy optimista al respecto.
    Aún recuerdo como si fuera ayer la primera vez que crucé una frontera en mi vida, que obviamente era la raya de Portugal, en tiempos en los que en las fronteras había unos señores con bigotones, fusil y cara de pocos amigos guardándolas. Aún recuerdo las advertencias de mis padres de cerrar la boquita cuando el policia nos abriera el maletero y pidiera los documentos y la solemnidad del procedimiento, comparada con la banalidad de los cruces fronterizos de hoy. Sinceramente, no lo echo de menos. El alma vagabunda que aún habita en mí necesita creer en una Europa que se puede recorrer desde Berlín hasta Calabria y desde Badajoz hasta Varsovia sin enseñar un pasaporte; y si ese mismo camino lo hacen unas pobres gentes que vienen caminando y escapando de una guerra atroz que no sabemos cómo acabar con ella, también estoy dispuesta a asumir el riesgo de que me roben la cartera...Porque generalmente el que mete la mano en la cartera ajena es uno que ya estaba entre nosotros con anterioridad.
    Y ahora vuelve al ataque la historiadora que un día fui y ya no soy más: hagan ustedes memoria de la cantidad de guerras desencadenadas en la historia por culpa de una frontera. Y si no quieren remontar ustedes hasta la caída de Roma, quédense con Hitler invadiendo Polonia y todo lo que vino después. Un repasito a los libros de historia de nuestros hijos vale, la Wikipedia, también. No quisiera yo ver esta Europa de mis amores, que recorro como si fuera el patio de mi casa, convertida en el escenario de Juego de Tronos, quizás con menos sexo e igual violencia, y sin trasfondo peliculero.

    Digan lo que digan los extremistas, los políticos metidos a actores de telenovela, los actores metidos a políticos, las señoras antiguas, los jubilados aburridos, los catetos recalcitrantes, los voceros de Facebook, los estrechos de mente y anchos de tontería y los columnistas de periódico digital, lo mejor de las fronteras ocurrió cuando desaparecieron. Y a mí, lo mejor de la vida me ocurrió cuando cruzar las fronteras dejó de ser un esfuerzo; el nucleo duro de mis seres más queridos han venido de otras fronteras, algunas muy lejanas,  y no espero otra cosa para mi jubilación que cruzar unas cuantas más, a ser posible remotas. Y las cercanas, que sigan sin existir. Viva Schengen y la madre que lo parió!

viernes, 19 de febrero de 2016

La gripe somos todos

    Comienzo mi entrada de hoy con una frase que detesto y que tantas veces he criticado en este espacio; pero hoy, con la cabeza abotargada por un virus, miles de cosas por hacer en la calle y sin poder salir, y varios quehaceres en suspenso, no se me ocurre nada mejor: la gripe somos todos. Yo pensaba que este año iba a librarme de nuevo (y sin vacunarme) pero por desgracia no ha sido así. Ahora mismo todo mi empeño se resume en intentar que no se la agarren mis cohabitantes, porque en ese caso, ya sé yo lo que va a pasar, y ahí si que la gripe seremos todos y yocomo  la que más. 

    Como estar enferma no es algo que me ocurra a menudo (y toco madera)  resulta que  confundí el malestar general, las nauseas mañaneras y un dolor de cabeza espantoso con una bajada de tensión, y aparecí en mi puesto de trabajo contándole a mis colegas los síntomas y pidiendo café para pasar el día. Cuando vi como se me alejaban con cara de espanto y la insistencia con la que me pedían que me volviera a mi casa comprendí que aquello, de bajada de tensión tenía poco y que la gripe asusta, y eso que ya no mata como en tiempos de nuestras abuelas. Pasé la tarde en la consulta de mi médico de cabecera, haciendo cola detrás de una fila de griposos (si es que entonces no la tenía allí seguro que acabé por agarrármela) con síntomas y estornudos varios, y heme aquí, cn un papel que dice que mi vida cotidiana entra en punto muerto hasta el martes. Vulgarmente se llama tener una baja, pero a los hiperactivos, eso de que nos prohiban hacer cosas y nos recomienden sofá y mantita es como recetarle Colacao a un alcohólico, para que me entiendan.

    Por lo pronto, ya me perdí ayer un concierto de un pianista al que admiro y que, dada su venerable edad, dudo que vuelva a tener oportunidad de escucharlo, Abdulah Ibrahim, aquí les dejo un extracto para que participen ustedes de mi duelo; lectores que sufren unidos, permanecen unidos: 


   He anulado una cita con una amiga a la que no veo hace tiempo porque ella también tiene gripe (la gripe somos todos...) un paseo por el bosque si hiciera o hiciese  bueno (como no hará bueno eso me duele menos) un posible cine y al menos un par de horas de deporte. Para compensar de tanta pérdida emocional podré estar a cambio varias horas con mi mantita en mi sofá viendo las majaderías no de los políticos en Facebook, sino las que ponen los ignorantes sobre los políticos, que cada día que pasan demuestran que si nos gobierna una casta de majaderos es porque los majaderos titulares les hemos votado. Si hay algo que agradecerle a Facebook es que saque a la luz al tonto o al iluminado que llevamos dentro y que se nos vea a todos el pelo de la dehesa, claramente. Es más, hoy me he prestado yo misma al juego y he publicado en Facebook una noticia sin pie, ni cabeza, ni fuente fidedigna ni origen conocido, que dice una sandez tal que "las hermanas menores estarán obligadas por ley a limpiar las casas de las hermanas mayores", teóricamente sacada de un diario argentino, pero ni siquiera está muy claro...No saben ustedes el diálogo que hemos entablado mis amigas y yo a cuenta de ello. Será que todas tenemos gripe? Porque yo sin gripe ni me hubiera fijado en ella. 

    Y para terminar con humor sobre redes sociales, en el preludio de este mi fin de semana gripal, les dejo con una cosa que me ha mandado mi comadre, gracias a la cual descubro en José Mota a un cómico bastante agudo que, por pereza y por no tener la gripe más a menudo,  no me tomo el tiempo de seguir; y es de los buenos. 


       Feliz fin de semana a todos! Y pónganse a salvo de conocidos y vecinos con virus, mocos y estornudos.

martes, 16 de febrero de 2016

El tiempo que se fue

    Si hay algo que he entendido y asimilado en este galimatías de la política española reciente es que mi tiempo, el que me corresponde por edad y generación, el de gobernar o, al menos comprender a los que gobiernan por próximos y coetáneos, ya se pasó. Se pasó porque no entiendo nada o quizás por todo lo contrario, porque lo entiendo todo, y  veo el despropósito con una clarividencia tal, que la única salida posible  está tapada por una espesa cortina de  niebla. Y aún me pareció más evidente que mi tiempo se pasó cuando el pasado domingo leía el artículo de Javier Marías, que no suele ser santo de mi devoción, en el  Semanal del País (""Esto no estuvo aquí siempre")  que les recomiendo vivamente que lean.

    He tenido la inmensa suerte de ser joven, revoltosa, osada y optimista y de construir la que es ahora mi vida en una época formidable; por eso lo que veo ahora ni me conmueve, ni me ilusiona, ni me siento llamada a participar en nada de lo que se avecina. Les toca a otros, y a juzgar por lo poco que llevan conseguido, están dejando pasar de largo una oportunidad dorada: la de refundar la política nacional sobre una base sólida, con una Cosntitucion de traje nuevo y una clase dirigente fresca y regenerada, libre de corrupción y de discursos viejunos. Vaya, lo de libre de corrupción puede que lo consigan, pero el discurso es más viejuno que nunca y además ignorante; como dice Marías, "nuevo", pero no novedoso, ventajista, megalómano y decrépito. Así es. 

    El viento que sopla en la Península estos días es el de la intolerancia y el insulto fácil, el de no dar la mano a quien te la tiende, despotricar gratuitamente sin haber votado y asegurar no que "España nos roba" (que decían aquellos) sino que todos roban a todos. La clase media enriquecida ha sido tradicionalmente el amortiguador de las tensiones sociales; y esa misma clase media, ahora empobrecida y enrabietada es, en muchos casos, el origen del insulto fácil y demagogo. La extrema derecha lo sabe y basta pinchar un poco a esta clase media desposeída de todo lo que logró comprar en tiempos de bonanza para ganar terreno con ellos y echar pestes de parados, emigrantes, refugiados y gentes de otros colores, todos metidos en el mismo saco. Me duele España (como a Unamuno, salvando las distancias) cuando quienes deben gobernarla, porque par ellos sí es su tiempo, no son capaces de sentarse en una mesa y elaborar un gobierno de coalición, que no es un fenómeno paranormal sino algo bastante común en el resto de la Europa civilizada a la que nos gusta pertenecer. 

    El mismo domingo pasado, en el que leía a Javier Marías y constataba que mi tiempo se pasó, leía también la efemérides de los veinte años del asesinato de Francisco Tomás y Valiente, a quien tuve el privilegio de conocer y el placer de ser su alumna. La noticia la redactaba su hijo Quico, periodista y amigo de la infancia, y decía de su progenitor que practicaba la "tolerancia beligerante", que es un bonito juego de palabras con mucha miga por detrás. El tiempo en el que los hombres como Francisco Tomás hablaban (poco) en las televisiones y actuaban (mucho y bien) en la vida pública se ha pasado, y ese sí era mi tiempo. Aquel en el que el Partido Comunista se legalizó un Viernes Santo entre los aspavientos y sofocones de mis abuelos, la preocupación de mis padres y la expectación de mis coetáneos;  pero sin tiros, sin sangre, sin insultos  y sin blasfemias. También es verdad que el que no existieran las redes sociales ayudaba, para qué negarlo; se insultaba en la cara misma del insultado o se lo guardaba uno para adentro, no había otra opción. El día de mañana habrá quien agradezca a los creadores de Facebook que con ellos, el insulto y la calumnia  pasaron de delito a chascarrillo, gratuitamente.

    Pero claro, como bien señalaba Marías en el título de su estupendo artículo, esto no estuvo aquí siempre (toda la libertad de la que disfrutamos ahora) costó mucho conseguirlo y más, costó mucho que no volviéramos a matarnos a garrotazos unos a otros por ello. A ver si estos niños que pretenden gobernar se enteran. Para acabar con una frase antigua de las de mi tiempo, que es antiguo también, un poquito más de lectura clásica y algo menos de Twitter les vendría de perlas...

miércoles, 10 de febrero de 2016

La ciudad de los prodigios

    Hoy le he robado el título de la entrada a Eduardo Mendoza,  ya saben ustedes, yo solo copio lo que admiro; y él es uno de mis escritores favoritos, pero como no lo sabe, no creo que me lea nunca ni me acuse de plagio. Su ciudad de los prodigios era la excitante Barcelona de los años veinte, la mía es Catania (Sicilia) en febrero del 2016 donde llevo tres días trabajando y he asistido a varias situaciones prodigiosas...O al menos a mi me lo parecen.
    Para empezar, y hacía mucho que no me sucedía a mí que presumo de ser la perfecta turista, me voy a ir de aquí sin ver la principal atracción turística de la ciudad, que no es cualquier cosa sino el volcán Etna, que no entiendo cómo demonios están situados mi hotel y mi lugar de trabajo, que no lo veo durante el día y de noche, cuando tengo algo de tiempo libre, no se ve. Casi que mañana me dan ganas de implorarle al piloto que se pegue una vuelta por el cráter al despegar, porque temo que pasará un tiempo hasta que aparezca por aquí de nuevo. 
    Siguiente prodigio, siempre relacionado con la cosa turística: no sé cual es el color de Catania, si predomina el rojo, el siena, el crudo o el albero; porque todas las ciudades italianas tienen un color dominante pero ésta solo la he visto de noche y con poca y mala iluminación, así que me compraré una postal según me largo. 
    Siguiente, fenómeno típicamente costero en Italia que ya se me había olvidado: las playas privadas y valladas donde no se puede entrar. Tres días en un hotel a cincuenta metros del agua y ni me he remojado las canillas, ni me he echado una maldita carrera para bajar todo lo que he engullido. Por qué? porque ahí está la playa pero no se puede acceder a ella mas que en verano y pagando. Me cuesta creer que ésto me esté pasando. 
   Algo bueno? claro que sí; como siempre en Italia, la comida y, sobre todo, el café. Y en el caso siciliano hay que añadir otro prodigio más que son sus naranjas sanguinas, de las que he consumido litros de zumo y rodajas miles en variadas preparaciones. Como he consumido esta noche en cantidades desaconsejables anchoas y sardinas espectaculares, recién pescadas en el Mare Nostrum y
que han llegado hasta mi plato aleteando. Claro que, gracias a todos esos pececillos de difícil digestión, aquí me tienen ahora escribiendo esta serie de  gansadas porque la otra opción, visto que no se puede pasear por la orilla de mar, es tumbarme en la cama y tragarme el Festival de San Remo que están dando por la televisión, y en los hoteles italianos solo se ve la televisión italiana, que ya saben ustedes a quién pertenece mayoritariamente. Ayer el invitado era Elton John, que aún desafinando me gusta más que Laura Pausini que es el plato fuerte de esta noche cuando terminen de entrevistar a Nicole Kidman que no sé muy bien qué pinta en un festival de la canción italiana. Por desgracia no toca hoy el programa de Raffaella Carrá, sea cual sea, ella siempre tiene uno.
    Y dejo para el final un prodigio más, los colegas del trabajo cuando son personas agradables, mejores aun que el trabajo y el sueldo juntos; con quienes después de pasar dos días encerrados en un hotel desde donde no se ve el Etna, se pueden compartir unas anchoas que terminaré por digerir a las   tres de la mañana... Sin  acritud, que diría Felipe González.

martes, 9 de febrero de 2016

Volare

    Ayer pasé todo el día en las nubes, y no es metáfora.El grueso de mi jornada se resumió en atravesar una tormenta de lluvia racheada y vientos de noventa por hora (por debajo de las nubes) para llegar al aeropuerto, coger un avión, despegar dando bandazos, subir por encima de esas nubes tormentosas, volver a bajar y volver a subir en otro avión, despegar en medio de una espesa niebla y aterrizar al lado de un volcàn y con los oidos taponados siete horas después. Por supuesto, peor se está en el andamio, y peor todavía en la cola para que te dejen subirte al andamio; pero como hubiera dicho mi abuelo, que jamás se subió en un avión, si fuera necesario volar nos habrían fabricado con alas.

    Ayer tocaba Alitalia, compañía que yo tenía sometida al olvido aeronautico desde mis tiempos de estudiante en el país de la bota y donde veo, con agradable sorpresa, que siguen respetando ciertos estereotipos: el avión huele a tabaco (prohibido terminantemente fumar en todos los vuelos desde 2005) las azafatas van exageradamente maquilladas y el piloto se larga al despegar un rollo de quince minutos donde ya nos avisa que el vuelo será agitado, nos cuenta todos los paisajes que vamos a ver (y que no veremos porque es de noche, pequeña precisión)  nos anima a relajarnos y solo le faltó invocar a la Virgen y hablarnos de su familia! Y una información adicional para los aeroaficionados: aún dan de comer, quizás por eso llevan años al borde de la quiebra.

    Pues bien, estoy en Sicilia, que está a dos pasos de las costas de Africa y apenas me he dado cuenta, más que por el excelente zumo de naranja del desayuno, porque estoy metida en un cubículo donde trabajo, que es casi igual al cubículo de cada día y ahora viene la moraleja: el avión se ha convertido en lo más parecido a esa máquina del tiempo con la que soñaron Julio Verne, HG Wells y tantos otros adelantados de sus respectivas épocas; a falta de  que nos teletransporten, que es algo que nos vendría muy bien para  ahorrarnos las esperas de los aeropuertos y ese gran momento en el que hay que quitarse el cinturón, los zapatos y enseñar con qué crema te acuestas y te levantas y el perfume que te pones, todo en frasco trasvasado de pequeño tamaño.

    Cuando salga del cubículo esta tarde, voy a ver si encuentro el Etna, que me han dicho que lo tengo
aquí a mis espaldas y ni lo he visto; y a ver si me entero finalmente de que estoy en una isla
mediterranea, a la cual he llegado en la máquina del tiempo como una señora y a la que llegan cada día unas pobres gentes en patera huyendo del infierno Sirio...Ellos sí que saben a donde llegan,
aunque no siempre saben lo que les espera, pobre gente. Para ellos, la máquina del tiempo no es más que un bote inflable, y no es del tiempo, sino de escaparse o morir.

    Y para concluir una entrada dedicada a las horas de vuelo, una cancioncilla alusiva:



jueves, 4 de febrero de 2016

Hillary, I love you

    Ha llegado el momento de hablar de las elecciones en Estados Unidos.  Total, sólo ocurre cada cuatro años, son muy entretenidas y presentan un abanico de personajes variopintos que van de los que se lo creen de verdad hasta los que van por  allí a echar un rato pasando por, sistemáticamente en las últimas ocasiones, un millonario con ideas espeluznantes que cumple aquella máxima de no sé qué boxeador famoso que decía que si tienes cien millones de dolares también tienes cien milones de amigos. Esta vez va a ser de las entretenidas, porque no se presenta Obama y ya sabemos que si Obama se presenta, gana.

    El verano pasado estaba yo en visitando Washington y en una tienda de baratijas de recuerdo tuve en la mano y a punto de comprar, una taza para el desayuno con la foto de Hillary Clinton y su correspondiente declaración de amor universal, " I love Hillary", así como la impepinable bandera de barras y estrellas. No me la compré y decidí fotografiarla con mi móvil para mandársela a mis amigos, y ya se sabe que lo mío no es la telemática, porque en el camino del móvil a las redes sociales la foto se perdió. Y puede que si me acerco a USA en los próximos meses, me la compre y me la traiga a este lado del Atlántico pase lo que pase con las elecciones, porque es verdad: I love Hillary; y si pudiera o sirviera de algo, haría campaña por ella. Y  me pregunto, cómo no nos dejan a los no estadounidenses hacer campaña y hasta votar al futuro presidente, que a veces tiene más influencia sobre nuestras vidas que nuestro propio gobierno. Yo votaría por Hillary con los ojos cerrados, a pesar de las muchas que se le pueden achacar y de que ya veo que muchos de ustedes están poniendo el grito en el cielo.

    Votaría por Hillary porque es mujer. Ya sé que eso del feminismo está pasado de moda y sobrepasado por las pluralidades, las centralidades, las confluencias y toda esa palabrería boba que algunos han hecho entrar en los parlamentos y sacado de las televisiones; pero para las que nacimos antes de 1980, ser mujer ha sido en muchos casos una carga más con la que andar por la vida. Para Hillary me consta que lo ha sido, y ha salido indemne de ello y probablemente más sabia y más fuerte. Los Estados Unidos ya han pasado por la prueba de tener un presidente de color, ahora habrá que ver si pasan la prueba de tener una mujer presidente. Y no  una mujer cualquiera, sino la mujer de otro presidente, que se las hizo ver de todos los colores y la corneó tan vilmente  como muchos hombres pueden cornear a muchas mujeres sin ser presidentes ni de la comunidad de vecinos. Una mujer que además de primera dama (un accidente) ya ha sido senadora, secretaria de estado y antes de todo ello, abogada de causas perdidas en Norteamérica como la seguridad social o los cuidados médicos para la infancia. Votó a favor de la guerra contra Irak, de acuerdo, nadie es perfecto.

    Votaría a Hillary porque es inteligente, y el amo del mundo, con derecho a gatillo nuclear, más nos vale que sea inteligente que tonto, no me lo negarán. Tan inteligente, que aprendió de la campaña electoral del 2008, cuando una victoria que algunos le daban por cantada se la arrebató un chico nuevo en el cole de nombre Obama y ella, en vez de empecinarse contra él, se retiró a tiempo y se convirtió en secretaria de estado; ya decía Oscar Wilde que un ser inteligente suele reponerse de un fracaso, mientras que uno mediocre jamás se recupera de un triunfo. Tan inteligente, que se quedó al lado de Bill, perdonándole lo imperdonable porque, como declaró en la prensa, "desde hace treinta años, es la persona más interesante que conozco".

    Votaría a Hillary porque sabe de qué va ésto; independientemente de que en USA hacen falta unos cuantos millones (de dólares y de amigos) para hacer carrera política. Porque si no la votan a ella, va a ser presidente un loco con el pelo teñido, y con todos esos millones de dólares (y puede que hasta de amigos) para gastar en poner el mundo boca abajo. Votaría a Hillary porque era fea, miope y gordita y ahora es una señora de bastante buen ver, lo cual demuestra que mientras hay vida hay esperanza. Y votaría a Hillary porque ya es abuela, y si se leen mi entrada de febrero del 2013 ("Todo para mis nietos") ya va siendo hora de volver a los gobernantes de una cierta edad, que al menos intentarán preservar un mundo mejor para sus nietos, si no lo han conseguido para sus hijos en el primer intento.

    Votaría a Hillary porque la primera dama será su marido Bill, que también es un señor inteligente, salido de la nada, culto como pocos (saben que se ha leído El Quijote dos veces y que es uno de sus libros de cabecera? ) y que si no se le vuelven a ir las manos detrás de las becarias puede ser de cierta ayuda tenerlo en la Casa Blanca y con hilo directo con el Despacho Oval. Por cierto, en qué ocupará Bill sus días y sus horas cuando sea Primera Dama? Yo votaría a Hillary porque es humana, se equivoca con los correos electrónicas, confunde los aeropuertos de las repúblicas balcánicas y es un poco mentirosilla, quizás lo justo para ser una política de altura. Votaría a Hillary porque es empecinada y machacona (como una que yo me sé) y animo a todos mis lectores norteamericanos, que sé que los tengo, a que la voten y su país siga siendo un país moderno, eficaz y optimista, y  con un poco de suerte, con unas cuantas pistolas y rifles menos menos danzando por las calles. Ya está, he tomado oficialmente partido por ella. Ahora no me pregunten si votaría a un gobierno presidido por Pedro I el Breve...La respuesta es mucho más difícil de explicar.