miércoles, 10 de febrero de 2016

La ciudad de los prodigios

    Hoy le he robado el título de la entrada a Eduardo Mendoza,  ya saben ustedes, yo solo copio lo que admiro; y él es uno de mis escritores favoritos, pero como no lo sabe, no creo que me lea nunca ni me acuse de plagio. Su ciudad de los prodigios era la excitante Barcelona de los años veinte, la mía es Catania (Sicilia) en febrero del 2016 donde llevo tres días trabajando y he asistido a varias situaciones prodigiosas...O al menos a mi me lo parecen.
    Para empezar, y hacía mucho que no me sucedía a mí que presumo de ser la perfecta turista, me voy a ir de aquí sin ver la principal atracción turística de la ciudad, que no es cualquier cosa sino el volcán Etna, que no entiendo cómo demonios están situados mi hotel y mi lugar de trabajo, que no lo veo durante el día y de noche, cuando tengo algo de tiempo libre, no se ve. Casi que mañana me dan ganas de implorarle al piloto que se pegue una vuelta por el cráter al despegar, porque temo que pasará un tiempo hasta que aparezca por aquí de nuevo. 
    Siguiente prodigio, siempre relacionado con la cosa turística: no sé cual es el color de Catania, si predomina el rojo, el siena, el crudo o el albero; porque todas las ciudades italianas tienen un color dominante pero ésta solo la he visto de noche y con poca y mala iluminación, así que me compraré una postal según me largo. 
    Siguiente, fenómeno típicamente costero en Italia que ya se me había olvidado: las playas privadas y valladas donde no se puede entrar. Tres días en un hotel a cincuenta metros del agua y ni me he remojado las canillas, ni me he echado una maldita carrera para bajar todo lo que he engullido. Por qué? porque ahí está la playa pero no se puede acceder a ella mas que en verano y pagando. Me cuesta creer que ésto me esté pasando. 
   Algo bueno? claro que sí; como siempre en Italia, la comida y, sobre todo, el café. Y en el caso siciliano hay que añadir otro prodigio más que son sus naranjas sanguinas, de las que he consumido litros de zumo y rodajas miles en variadas preparaciones. Como he consumido esta noche en cantidades desaconsejables anchoas y sardinas espectaculares, recién pescadas en el Mare Nostrum y
que han llegado hasta mi plato aleteando. Claro que, gracias a todos esos pececillos de difícil digestión, aquí me tienen ahora escribiendo esta serie de  gansadas porque la otra opción, visto que no se puede pasear por la orilla de mar, es tumbarme en la cama y tragarme el Festival de San Remo que están dando por la televisión, y en los hoteles italianos solo se ve la televisión italiana, que ya saben ustedes a quién pertenece mayoritariamente. Ayer el invitado era Elton John, que aún desafinando me gusta más que Laura Pausini que es el plato fuerte de esta noche cuando terminen de entrevistar a Nicole Kidman que no sé muy bien qué pinta en un festival de la canción italiana. Por desgracia no toca hoy el programa de Raffaella Carrá, sea cual sea, ella siempre tiene uno.
    Y dejo para el final un prodigio más, los colegas del trabajo cuando son personas agradables, mejores aun que el trabajo y el sueldo juntos; con quienes después de pasar dos días encerrados en un hotel desde donde no se ve el Etna, se pueden compartir unas anchoas que terminaré por digerir a las   tres de la mañana... Sin  acritud, que diría Felipe González.

No hay comentarios:

Publicar un comentario