martes, 3 de noviembre de 2015

Visto y oído

    Lo que sigue es un ejercicio de supervivencia ante lo que se me avecina en forma de hojas caídas, adolescentes con exámenes y noches que se alargan encogiendo los días más que un jersey de Zara lavado a 40°; simples anotaciones de esas libretas y cuadernillos que siempre llevo encima. 

    Paseo por Madrid y veo unos carteles de Greenpeace donde sale un niño que se parece asombrosamente a Rajoy, la foto es lo de menos, pero el lema es impactante porque va directamente a la mandíbula de nuestra clase política: "que el niño que fuiste no se avergüence del adulto que eres hoy". Muy logrado. Como logrado es este refrán que soltó un carnicero el otro día por la radio, vista la polémica que ha organizado la OMS por decirnos algo que todos sabíamos (que hay que comer menos carne) : "la carne en calceta para el que la meta" ...Hablando de hamburguesas, claro. 

    En la radio local de mi provincia he escuchado estos días perlas varias, desde esquelas radiadas y anuncios de quiebras hasta una publicidad de un almacén de disfraces que echando el resto en vísperas de esa pesadilla llamada Halloween, que se ha merendado nuestros buñuelos y huesos de santo decía "somos especialistas en disfraces y artículos de coña"...Tal cual, como si la palabra "broma" fuera demasiado fina. 

   Voy a renovar mi DNI y el fotógrafo que me retrata el día antes me pide que sonría. Sin decirle que vivo fuera de España, le hago notar que las instrucciones del DNI dicen claramente que no hay que sonreir en la foto. Me contesta muy serio que eso será "por ahí fuera" , "porque aquí nos gusta la gente sonriente". Punto primero: tanto se me nota que soy una expatriada? Y en qué? Y punto segundo: me arrugo ante el fotógrafo y no le contesto así que, temiendo que al día siguiente no den por buena la foto en la comisaría, hago una leve mueca a modo de leve sonrisita que me va a dejar con una cara de perfecta idiota imitando a la Mona Lisa para los próximos diez años de mi vida. A veces mis paisanos consiguen neutralizar el Pitbull que habita en mí, no sé como lo hacen.

    Y vuelvo a casa encastrada en mi asiento de avión viajando con mi bolso y mi abrigo sobre las piernas (sólo me faltaba el cesto con la gallina) porque los portaequipajes están llenos de maletas de esas personas que no quieren separarse de sus maletas, y porque los aviones del 2015 parecen autobuses de 1960, para que nos quede claro a los que volvemos a nuestro lugar de trabajo que, por mucho pisto que nos demos, no somos más que emigrantes.

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