domingo, 15 de noviembre de 2015

Hay días así

    Hay días en los que no sale el sol, en las latitudes que habito bastante a menudo; o sale el sol y es como si no lo viéramos. Hay días aciagos, en los que se estropean las cosas, se paran los trenes y los aviones, y llueve cuando te has echado a la calle sin paraguas; pero también hay días de suerte, en los que parece que te ha tocado la lotería aunque no hayas jugado ni un Euro. Hay días luminosos que nos pillan con la neblina en el corazón y días tenebrosos que sacan la luz que llevamos dentro. Hay días en los que mas hubiera valido no salir de la cama y días en los que 24 horas sin dormir dan para vivir siete vidas y gozarlas todas. Hay días señalados en el calendario y otros marcados en nuestra memoria; días de fiesta con pereza y días laborables sin fin. Hay días que pasan por nuestras vidas como un terremoto que lo pone todo patas arriba y días tediosos que parecen no acabar nunca. Afortunadamente la vida es larga, se cuenta por años, y cada año tiene 365 días para contarlos, amarlos, vivirlos y, a veces, hasta detestarlos. 

    Hay días que caen en viernes trece, y traen el gato negro ya pintado en el calendario. Días que preparan un fin de semana y que, sin embargo nos traen pesadumbre, preocupación y llanto. Hay días en los que Paris no vale ni una misa y la vida humana no más que una refriega de balas. Hay días en los que rezar se confunde con matar y pensar no es un verbo conjugable. hay días en los que ir a un partido de fútbol, tomarte una copa en una terraza en buena compañía o romperte los tímpanos en un concierto de rock duro son operaciones que te pueden costar la vida...Y nadie te avisa por la mañana que ese día será el día en el que todo eso ocurrirá. Porque en la lotería de los días aciagos, uno a veces saca el premio, pero tantas veces también el boleto que te manda no ya a la casilla de salida, sino fuera del tablero.

    Hay días en los que hay que preguntarse si verdaderamente somos un "homo sapiens" hecho y derecho, y si el destino de nuestros antecesores cavernarios, ese que dice que cada día hay que vivir luchando para no morir, y que eso implica matar o que te maten, si ese destino ha vuelto para no abandonarnos; o si se convertirá en nuestra regla de vida. Hay días en los que la civilización deja de ser civilizada, la selva se encuentra por todas partes y nuestras vidas se rigen por esa ley de la selva, atroz, sanguinaria y paleolítica. Hay días en los que las orquestas tocan en el escenario el Vals Triste de Sibelius, que suena más triste y tristemente bello que nunca, y los músicos se secan sus lágrimas con el pañuelo cuando acaban de tocar...Si les cuento ésto es porque ayer yo viví esa tristeza en directo y esa música a pocos metros de ese escenario:


    Hay días que pasan con el silencio de las calles, el rugir de los noticieros y la preocupación de los adultos ante la inocencia de los niños. Hay días en los que hacer bizcochos en casa y ver una episodio de Star Wars son dos fiestas para los sentidos, comparado con lo que nos aguarda ahí afuera. Hoy ha sido uno de esos días de silencio, de pensar y dar gracias por estar vivos; y mañana será uno de esos días en los que algunos, por circusntancias especiales nuestras, iremos a trabajar con miedo, rebajaremos nuestras expectativas de grandes acontecimientos y sólo esperaremos volver a casa por la noche y encontrarnos el desorden habitual y hasta una pila de platos y vasos por fregar. Hay días que son como fue el viernes, lamentablemente, y hay otros que no lo son, también por suerte. Y nosotros, todos los que caminamos por las calles, no somos nadie...o nada.

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