lunes, 21 de septiembre de 2015

Manifestémonos

    Del país de pacotilla y esdrújulo que visité la semana pasada me he traído un buen resfriado que no tenía nada de esdrújulo ni anormal: era de libro, con todos sus mocos evadiéndose cual riada, sus estornudos monumentales, sus oídos que pitaban y la cabeza hecha un bombo,  vaya gracia! Así me he pasado medio fin de semana lamentándome de mi suerte y perdiéndome el "día sin coches" de la ciudad en la que resido, que fue ayer domingo. La verdad, No sé si lamentarme,  o dar gracias al cielo (y a Luxemburgo) por haberme dejado un catarro en prenda y maltrecha en casa. El día sin coches sirve para mostrar a los ciudadanos peatones entre los cuales me incluyo, que los ciudadanos ciclistas que, pretenden ser tratados como usuarios frágiles de la vía pública, son en realidad una panda de desenfrenados que se saltan los semáforos en rojo, cabalgan y saltan por las aceras, te pasan rozando el codo y jamás se disculpan y además pasean a sus criaturas en unas frágiles (éstas si) mini carrozas con banderitas de colores, esperando en realidad que algún coche se las lleve por delante, pues sino no me explico como en mitad del tráfico de una avenida en horas punta se pueden acarrear dos bebés metidos en el pariente pobre de la diligencia de John Wayne. 

    Así que todo lo que podía contar que ha pasado en los últimos días ya ha perdido actualidad, o se me ha olvidado, o ya no merece la pena contarlo. Para remediarlo, por una vez y sin que sirva de precedente les voy a adelantar lo que voy a hacer el próximo fin de semana con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide: me voy a manifestar. Nada tiene de extraordinario, porque además en esta mi ciudad de residencia se organizan manifestaciones de todo tipo, pelaje y motivación, a pie o en tractor, y es más, somos un objetivo de la internacional manifestante europea, que de vez en cuando paraliza nuestras calles y nos complica la vida aún más de lo que ya nos la complicamos nosotros mismos. Por todo ello, le tengo cierta tirria a la manifestación como actividad; que además no deja de ser un desfile, que es otra actividad que me disgusta; o incluso una procesión, que también es un evento del que huyo; y porque creo seriamente que la edad de manifestarme ya se me ha pasado, porque en mi tierna juventud, en España nos manifestábamos casi por cualquier cosa, empezábamos caminando y acabábamos corriendo, que, bien pensado debe de venir de ahí mi afición a correr por las calles...Vaya, que manifestar no es uno de mis verbos preferidos, y no quiero ni pensar que, además, pueda llover, que es altamente probable por estas latitudes: la manifestación bajo el paraguas es la vertiente triste y húmeda de la manifestación a secas. 

    Pero el domingo la plataforma ciudadana a de apoyo a los refugiados organiza una manifestación en el manifestódromo de mi capital, y voy a ir, aunque los elementos se alíen en mi contra. Voy a manifestarme porque esta vez para ir no hay que ser de ningún partido ni sindicato, no hay que vestirse de ningún color ni gritar consignas en verso, aunque mucho me temo que algún petardo falto de gramática tenga ya pintada la pancarta de "todos somos refugiados", que por supuesto no es verdad. Voy a ir porque es una manifestación ciudadana, que es lo que yo soy y no aspiro más que a ser: ciudadana; y porque quiero creer que los ciudadanos somos gente buena que estamos muy por encima de los gobernantes, que a veces no se sabe de qué planeta vienen pero no se comportan como ciudadanos.

    Voy a ir, amables lectores, porque éste al que estamos asistiendo es el mayor movimiento de población en Europa desde que terminó la Segunda Guerra Mundial; fecha desde la cual nuestro amado continente ha disfrutado del periodo más largo de paz de toda su historia: setenta años sin guerrear los unos contra los otros en unas tierras apretadas de gente y llenas de talento y de riqueza natural y artificial; por algo será que todos quieren venir, no? Voy a ir porque me siento orgullosa de pertenecer a un grupo de países donde hay democracia, hospitales, escuelas, vacaciones pagadas, arte y comida,  y sobre todo paz, que es lo que no tiene esta pobre gente que se ha hecho seis mil kilómetros con lo puesto, atravesado desiertos y mares en botes de remos, abandonado lo poco o mucho que tenían para dejarse estafar por vulgares contrabandistas de seres humanos y aterrizar en algunos lugares donde se les contempla como portadores de la Peste Bubónica. Voy a ir porque ellos no tienen nada y yo, que lo tengo todo,  tal y como se está poniendo el mundo lo mismo un día tengo que emprender una ruta parecida; nunca se sabe. Y porque si llegan cuatro, catorce o cuarenta mil, en muchos países ni nos vamos a enterar; y ellos traerán niños, que ya no tenemos; y trabajarán en los trabajos que ya no queremos, y si los tratamos como seres humanos podremos mirarlos de frente sino, la lápida de la vergüenza caerá sobre nosotros, y dudo mucho que podamos seguir considerándonos la tierra prometida.

    Yo voy a ir y espero que muchos de mis amigos vengan, y mis hijos, si no tienen otra cosa que hacer porque yo no obligo a nadie. Mi santo varón vendrá porque en estas batallas siempre hemos caminado juntos (y ya son años) y ustedes, si viven en una ciudad sin manifestación este domingo,  vayan a donde sea necesario y aparezca escrito en ese idioma tan universal "Welcome refugees". Al menos será un lugar más humano.

   

No hay comentarios:

Publicar un comentario