viernes, 10 de julio de 2015

Volando voy


    Estaba pensando yo en qué título ponerle a una entrada prevacacional y me vino a la cabeza esta tonadilla: 


        Así es, volando voy; o al menos, volando me quiero ir. Yo, volando me dejo llevar a cualquier parte, aunque en el último año casos como el del piloto suicida o el del avión malayo abatido por un misil  hayan puesto en solfa mi convicción más profunda de que todo lo que tenga que ver con un avión y huela a vacaciones ya merece la pena. Menos mal que la memoria es frágil. 

    Les confesaré que en una época de mi  vida pensé que podría ser piloto de aviones, y que podría estudiar en  la Escuela Nacional de Aeronautica que  tenía su sede en mi ciudad, para más facilidad. De aquel sueño adolescente me apartaron las matemáticas, o mejor dicho, mi incapacidad para entenderlas; y aunque sólo sea capaz de conducir vehículos que viajan por tierra, pilotar un avión sigue siendo uno de los sueños que nunca realizaré y con los que sigo soñando. Como premio de consolación,  me limito a volar todo lo que puedo y a interesarme por la aviación, y sigo poniéndome nerviosa cuando vuelo, pero no de miedo, sino de pura excitación infantil. En realidad a mí sólo me interesan los aviones, y no tanto volar; sería incapaz de tirarme en un paracaídas o planear en un ala delta, necesito mucho chasis a mi alrededor cuando mis pies despegan de suelo!

    No quiero buscar interpretaciones freudianas a esto de los aviones; creo que hay cosas que se explican con argumentos más sencillos y más banales. El primero, que a mis padres les encantaban las películas sobre la Segunda Guerra Mundial y que la TVE de hace treinta años nos daba dos o tres por semana que en mi familia se contemplaban religiosamente; y en todas ellas había mchos aviones. El segundo motivo, que los de mi generación tardamos bastante en subirnos a un avión, y que tanto el avión en sí, como las azafatas, pilotos y aeropuertos configuraban un universo glamuroso que ya no existe pero que a algunos nos dejó huella. La tercera razón? que el avión es lo más parecido a una máquina del tiempo que tenemos a nuestra disposición;  a pesar de que en muchos casos parezca un autobús de línea y a pesar de todo el encanto que ha perdido gracias a las compañías macarras como Ryanair. Es el único aparato que te permite viajar más rápido que el tiempo y convertir los días en las noches o viceversa; levantarte en la vieja Europa y cenar en California; remojar los pies en el Atlántico y en el Indico en menos de doce horas. En lo que algún iluminado inventa la teletransportación (eso sí que sería un adelanto!) el avión es lo que más se aproxima. 

    Así que mañana me voy a meter en una de esas máquinas del tiempo, de donde saldré después de una buena siesta que me ayude a recuperar todas las horas de sueño que me han faltado últimamente, un par de películas, varias Cocacolas y bocadillos, tres o cuatro Sudokus y media novela que ya tengo preparada. Amaneceré en mi cama y atardeceré en otro lugar lejano que por ahora me callo. La contraseña para subir a bordo es "vacaciones"; el precio no es barato pero ya me he partido las costillas durante meses para pagarlo y, además, como soy enemiga de las tiendas y las compras, eso ayuda en mis planes de ahorro por viajes en avión. El objetivo de la operación es el que dice la canción del principio y esta otra que les dejo de propina: 


    Seguiré informando. Pero preparense para leer entradas cortas, porque mi tableta sólo me deja escribir un número limitado de líneas por entrada...Misterio, por ahora sin resolver. Como la teletransportación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario