jueves, 23 de julio de 2015

La inseguridad del seguro

    Una dosis de canción protesta. Hoy Me he pasado toda la mañana y parte de la tarde colgada de teléfonos y pantallas, intentando conseguir cambiar unos billetes de avión que nos permitirán a mi familia y a mí estar donde tenemos que estar en 48 horas, océano por medio. Nada que objetar si no fuera porque llevo quince años de mi vida pagando un seguro de asistencia fuera de casa que, sobre todo contraté a su debido tiempo con la versión "anulación de viajes y vacaciones" y que deberían haber sido ellos los que se encargaran de todo, para una vez que les llamo. Ay! Pero como decía mi padre, todas las mañanas amanecen al menos veinte mil tontos en el planeta tierra y ya es mala suerte cruzarse con uno de ellos. La tonta de hoy me la crucé yo al llamar a la compañía de seguros; no diré nombres, porque aún espero que me reembolsen una pasta que me deben, pero es una muy famosa y multinacional, y lleva el nombre de uno de los cinco continentes. 
   Como la petarda no hacía su trabajo, las horas pasaban y los aviones se llenan, la gestión acabé por hacerla yo, directamente con United Airlines (que Dios los guarde en el aire) y con estos benditos americanos que antes se hacen el Harakiri que admitir que no pueden soluccionarte un problema. La compañía de nombre continental, con telefonista cretina del mismo continente, después de aburrirme pidiéndome datos inútiles, ya había dado de mano a las cinco de la tarde, sin considerar que en Chicago hay siete horas menos y que hay cosas que, desgraciadamente, no pueden tener horario de ministerio. Decía mi abuelo que lo que no se arregla por teléfono no tiene solucción (él no conoció Internet) y yo añadiría que lo que no tiene solucción es la tontuna humana que tantas veces nos encontramos al otro lado del teléfono. 
    También he comprendido hoy por qué las aseguradoras ganan millones mientras a los asegurados jamás nos arreglan la vida cuando se nos complica. Estoy pensando que, quizás sea mejor comprar ristras de ajos y hacerse echar conjuros de buena suerte por cualquier gitana del Sacromonte que pagar una póliza durante quince años y que no te sirva para nada el día D. Ustedes qué opinan?  Mañana me voy de los Estados Unidos, y espero que la próxima vez que me pase algo estando de viaje sea  no muy lejos de aquí, donde arreglan los problemas.

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