martes, 7 de julio de 2015

Compasión

    Hasta la hora en la que esto escribo he leído todo tipo de textos a favor, en contra, de derecha, de izquierda y del revés sobre el asunto griego. Me he empapado de periódicos, escritos, pasquines, folletos, bromitas de Facebook y chascarrillos varios en todas las lenguas que hablo y entiendo, que son unas pocas. Ya ni sé lo que pensar. A la hora en la que esto escribo, Grecia no ha presentado ningún plan alternativo y se dispone a pedir un nuevo rescate, que es más de lo mismo de lo anterior; y me dan ganas de blasfemar todo lo que conozco, una vez más en todos los idiomas en los que he aprendido a blasfemar. Pero no lo voy a hacer porque en estos días, aparte de leer sobre Grecia también he tenido pesadillas muchas, provocadas en buena parte por la ola de calor pero no sólo, y en medio de esas pesadillas, mi cerebro ansioso y ciertamente atormentado se ha paseado por todos los sentimientos del alma humana que en este siglo de Internet y de la imagen y sonido estamos perdiendo.

    Me he quedado atascada en la compasión, que es una sensación compleja, porque te permite tener buenos sentimientos frente a personas y situaciones que detestas. El pie de artículo me lo dió la vieja Lady Grantham  de "Downton Abbey" en una de sus frases memorables, ésta aparece en la quinta temporada: 


Súbtítulos por cortesía de la bloguera: "Querida, la falta de compasión puede ser tan vulgar como el exceso de lágrimas"...Y ciertamente así es. Una de las pocas cosas buenas que nos trae la edad es la capacidad de  limar esas aristas afiladas y secas que nos hicimos años atrás; y la capacidad de convertirnos en personas más redondas (en todos los sentidos) menos angulosas y más capaces de comprender los errores ajenos.También hay quien no lo consigue ni viviendo cien años, pero como dijo mi amiga la de Buenos Aires, esa gente no tiene miedo a morir sola. 

    La compasión es algo más compleja que la pena y no obliga al perdón inmediato; es más sutil que la simple comprensión y menos aparatosa que los golpes de pecho. Vale para todos los credos y religiones, aunque hay que reconocer que los discípulos del Dalai Lama nos sacan varios cuerpos de ventaja al común de los mortales en el ejercicio de esta virtud, que practican y buscan a través de la meditación (ay! esa asignatura que tengo pendiente) y que el propio Dalai ha recogido y elaborado en una obrita breve de 144 páginas que se llama "El arte de la compasión" y cuya lectura les recomiendo porque, sin ser una gran obra de arte sí que es un bálsamo para los pensamientos. Aunque la gruñona que habita en mi no puede por menos que señalar un matiz: resulta que a mí me traumatiza el no lanzarme a la meditación, pero todas las personas que conozco que la ejercen intensamente (la meditacíón quiero decir) tienen como rasgo común ser unos grandes egoístas...Característica ésta que tampoco me agrada, la verdad. 

    Así que en estos últimos días, entre las pesadillas provocadas por la canícula, la necesidad de meterme en un avión que me lleve a donde sea, la imposibilidad de ver el tiempo desfilar más deprisa de lo que quisiera, y algunos malos ratos que se están llevando algunos de mis seres queridos y que me duelen como si me los llevara yo (será ese el primer paso para convertirme en una criatura compasiva?) he descubierto los beneficios de pensar que los males del prójimo nunca pueden traer nada bueno para uno mismo. 

    Y de paso, la cosa se la aplico a Grecia y los griegos, a quienes otrora hubiera estrangulado con mis propias manos, pero que ahora, gracias a mis autoejercicios de compasión, intento contemplar desde todos los lados de sus complicado prisma poliédrico. Eso sí, si existe algo que se llama "tragedia griega" en la historia de la literatura es porque la inventaron ellos, que tienen un sentido exacerbado de la tragedia y de su puesta en escena. Yo ejerzo mi compasión con el pueblo heleno leyendo todo lo que encuentro y lo que mis amigos economistas ponen en mis manos, para que se me pasen las ganas de decir  "con su pan se lo coman" y aún me acuerde de Lady Violet, que con tanto acierto dice que la falta de compasión es tan vulgar como el exceso de lágrimas...Buenas noches, les dejo estas líneas antes de replegarme sobre mis pesadillas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario