lunes, 18 de mayo de 2015

Santa Seguridad Social

    Ya me he vuelto a perder durante una semana, así que imagínense donde estaba...Los que hayan pensado "en su casa del pueblo" tienen diez puntos, porque así es. Y ya saben ustedes que cuando me pierdo en mi casa del pueblo (que no es una casa en realidad y no está en un pueblo) me quedo sin wifi y sin ganas de buscarla. Y no será porque no encuentre cosas que contarles, que las encuentro y a pares, pero me doy un descanso y se lo doy a esta sopera burbujeante que es mi propio cerebro, de vez en cuando se lo merece. 

   Iba yo a contarles que uno de esos días, hablando con una operadora de la compañía del gas para que me soluccionara un problema ("incidencia" que dicen ellos) acabamos contándonos nuestras miserias en lo que a ella se le resolvía una "incidencia informática", esto es, se le desbloqueaba la pantalla del ordenador. Iba a contarles también lo nerviosa que me ponen los políticos en campaña, sobre todo los de toda la vida, porque al menos a los nuevos nos mueve cierta curiosidad por escucharlos y de paso, tenía preparada hasta una disquisición sobre ese fenómeno espantoso, cateto y ruidoso que son las despedidas de solteros y solteras y que en mi ciudad (o pueblo según se mire) le han costado la vida ya a un par de chicos. 

   Cuando ya tenía todo eso preparado en mis apuntes, va mi pobre sobrinito y se rompe un brazo, y nos obliga a su madre y a mí a pasar un buen montón de horas en las urgencias de un hospital de la Seguridad Social; con radiografías, intento de reducir la fractura, escayola, más radiografías, operación a las tantas de la noche y vuelta a escayolar; y a mi santa hermana, de propina, una noche en una linda butaca de plástico azul hospital velando el sueño del recién operado. Coste total de la operación para el paciente y su familia: cero Euros. Y todo ello, con una sonrisa, con la sensación de estar en buenas manos y con buenas palabras y mejores hechos. 

    La Seguridad Social, señoras y señores, es esa de la que se habla mal y sin razón, esa que dicen que nos cuesta tanto sin que nos paremos a pensar todo lo que nos da (o al menos lo que les da a ustedes que viven en España) esa que se ocupa por igual del que canta en la boca del metro que del que se ha caído de la patera, del que defrauda a hacienda como del honrado trabajador, de la monja del Carmelo Descalzo como del Testigo de Jehová, del presidente del gobierno como de la portera de un inmueble de barrio. Esa seguridad social es la que se ocupó de curar un incipiente brote de Ebola y callar muchas bocas, es la que pacientemente toma la tensión a nuestros jubilados, que son un coñazo y se empeñan en tomársela todos los días; la que nos aconseja que hagamos deporte y dejemos de fumar, la que nos asegura que, incluso dando vueltas por Europa, si nos partimos la cara mirando la torre Eiffel, allí también nos van a curar. Es esa que asiste impotente al desmantelamiento de sus hospitales mientras en muchos de ellos, se sigue investigando y hallando nuevas terapias contra el cáncer o la diabetes; hasta que los políticos ponen a los científicos en la calle con sus bártulos.

    Y lo mejor de esa Seguridad Social son  los médicos, enfermeros y auxiliares que trabajan en ella, echando más horas que un sereno sin rechistar, viendo como el gobierno les recorta el sueldo y les trata a baquetazos y con poca delicadeza; haciendo guardias de veinticuatro horas y siendo igualmente eficaces en la primera que en la última (el médico que operó a mi sobrino se recogía las ojeras con una pala excavadora...); jugándose el tipo muchos de ellos con todo tipo de infecciones; sin rechistar, sonriendo y curando, que es algo más que un verbo de la primera conjugación. Un país que menosprecia a sus médicos, y considera que la sanidad pública es un elemento prescindible aún tiene mucho que aprender para llamarse país.

    De todos los discursos de campaña que me he leído y oído en estos días, pocas conclusiones he sacado de lo que quieren hacer estos políticos nuestros con la Sanidad Pública que, le pese a muchos, tiene que seguir existiendo.Ni los de antes ni los de ahora, ni siquiera Pablo Iglesias, que no se calla ni debajo del agua tiene una idea más o menos decente de cómo salvarla.  El ministro de sanidad actual  fuma, la de antes se bronceaba con rayos UVA y padecía de miopía psicológica porque tenía un Jaguar aparcado en su garaje y nunca lo había visto; y mientras tanto, los médicos de la seguridad social cobran unas migajas comparados con los de allende los Pirineos por hacer algo que saben hacer tanto o mejor, y encima te regalan una sonrisa de propina...No hay derecho. 

    Estamos en mayo, déjense de pamplinas los que aún llevan flores a las iglesias, vayan con sus ramos a las puertas de los ambulatorios y hospitales públicos, y pidan rápido, a quien corresponda, que canonicen a Santa Seguridad Social, que no es Virgen aunque sí mártir y que si sigue así la quemarán viva como ofrenda a los dioses de los mercados.

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