domingo, 24 de mayo de 2015

Italia no es España

    Acabo de volver de Italia, cuarta visita en apenas nueve meses, a un país que conozco bien pues çreo que ya les conté que viví tres años en él y lo recorrí por sus cuatro puntos cardinales, creo que eso, y el hablar su lengua y gustar de sus encantos ya me da cierta autoridad para opinar. De cada visita de estos últimos meses he sacado mis propias conclusiones, algunas reafirmándose en muchas de mis ideas previas, otras corrigiendo opiniones anteriores y una por encima de todas que ya sostengo desde hace años: Italia no es España, ni se le parece. Ni nos parecemos nosotros a los italianos.

   Nuestros padres se empeñaron en que Italia y los italianos eran como nosotros porque dentro del desconocimiento que se tenía de lo extranjero, lo poco que se viajaba y los pocos idiomas que se hablaban, ellos pensaban que Italia, donde pasta se dice "pasta" y amor se dice "amore" (aunque "pomodoro" sea tomate y huelga se diga "sciopero") era nuestra alma gemela en Europa. De los portugeses preferíamos entonces ni acordarnos...Con ese estereotipo vivimos los de mi quinta y siguen viviendo no pocos españoles que se pasean por las calles de Florencia buscando un bar de copas a medianoche sin encontrarlo, o intentando que les den de comer a las tres de la tarde en cualquier ciudad que no sea Roma. O pidiendo el periódico a voz en grito en los kioskos sin darse cuenta que se dice "giornale", o discutiendo con un mecánico porque no le han cambiado "le bugie", que en realidad quiere decir mentira, porque "bujía" se dice "candela".

    En Italia se come a la una y se cena a las ocho, y los bares cierran a medianoche; la gente (salvo en Nápoles) no grita en los lugares públicos ni tira las colillas a las puertas de las tiendas o las servilletas de papel al suelo de los bares. En Italia hay teatros de ópera y orquestas sinfónicas en muchas ciudades de provincia y los niños estudian aún varios años de latín, e incluso griego si quieren. Los italianos hablan inglés, se visten mejor que respiran y cocinan como los ángeles. En Italia el café no sabe a quemado, la pasta está tirando a durita pero infinitamente mejor hecha que en cualquier parte del globo terráqueo y el aceite de oliva (aunque es español en su mayoría,  cosa que les cuesta admitir) es parte no negociable de la dieta. El italiano medio es bastante más culto, más viajado y mejor hablado que el español medio, le pese a quién le pese; ahora bien, yo que  he hecho un crucero por el Mediterráneo en un buque de la Costa Crociere (experiencia que marca) plagado de italianos  no precisamente parientes de los Agnelli y además, de vacaciones,  también les diré que el italiano cateto es tan cateto o más que el español y encima cargado de mala leche y con triquiñuelas, al César lo que es del César.

   Todo ésto para corroborar que cuanto más voy a Italia (y no digamos a la Italia del norte) más me reafirmo en mi creencia de que nos pueden caer muy bien los italianos como pueblo y podremos adorar la pasta, los helados y el capuccino, pero que eso no los asimila a nosotros. Y le pese a quien le pese, si nos tenemos que buscar por fuerza unos primos hermanos que se nos parezcan, en costumbres, en comidas y en maneras de vivir, hay que cruzar el Estrecho...Creo que me entienden, aunque a todos en nuestro fuero interno nos cueste admitirlo!

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