miércoles, 8 de abril de 2015

Segunda salida del armario: cosas que ya no importan

    Hay que llegar al medio siglo de vida para darse cuenta de muchas cosas. Los seres humanos somos lentos de reacciones y de reflexiones, quizás porque la naturaleza nos ha dado unos cuantos años más de vida para pensar y corregir el tiro cuando sea necesario; la ciencia ha hecho el resto y, gracias a ella, se nos brinda la posibilidad de hacer capítulo en nuestras vidas a una edad en la que nuestros antepasados, o estaban muertos o estaban listos para el desguace. De este resumen general, me resulta especialmente atractiva la idea de que, con los cincuenta al acecho, ya hay una larga lista de cosas que no me importan, y que aunque muchas de ellas son estupideces, hasta hace nada me importaban. 

    Ya les díje en mi entrada del 26 de marzo que ha dejado de interesarme lo de ser guapa e incluso poner mucho empeño en serlo (casi siempre con escasos resultados). Por las mismas, tampoco me interesa comprar el Vogue o el Marie Claire y empaparme de todo lo que se lleva o no se lleva esta temporada; no es que antes me interesara, pero disimulaba y hacía como que sí; ahora ya lo digo alto y claro: no me interesa lo más mínimo saber si la pata del pantalón de este verano será ancha o estrecha y si la falda irá por encima o por debajo de la rodilla. Si voy a una tienda y me venden lo que se lleva, pues bien, para eso están ellos, para que me lo cuenten sin que yo tenga que, además, hacer un esfuerzo intelectual para dilucidarlo.

    No me importa una serie de cosas que salen en las noticias y que son parte de un debate contínuo: quién ganará la liga, en qué equipo entrenará Guardiola la próxima temporada; si Quatar organizará el mundial de fútbol o no y a quién le ponen o le quitan las estrellas Michelin, sobre todo porque los restaurantes que yo frecuento nunca tienen estrellas ni le ponen vinagre balsámico a todo, que es la gran pesadilla culinaria del siglo XXI. No me importa la programación televisiva, porque no la veo jamás ni cuánto dinero ingresan las Kardashian y gentes afines por vivir del cuento. No me importa Belén Esteban y muy poquito la Pantoja, no me importa cuántas tiendas tiene Zara en todo el mundo ni cómo vive su heredera, cual es el color preferido de la reina Letizia y dónde hará la comunión Leonor. Hace tiempo que dejé de comprar el Hola! (y eso que era adepta) porque no conozco a la mitad de los que salen en ella y, por lo tanto, no me interesan nada sus vidas. 

    No me importa demasiado el bienestar animal (y en eso y sólo eso difiero de mi admirada Rosa Montero) siempre que no se cometan crueldades innecesarias contra ellos. Por más años que viva no creo que deje de estar convencida que el bienestar de las personas está muy por encima del de los animales...Y hay tantas y tantas personas que no tienen ni la mitad de lo mínimo para vivir dignamente que, la verdad, la vida de los cuadrúpedos y bípedos con plumas no merece la de un humano, mientras que no se les mate por negocio  pues la caza es un horror, proclamo.

    No me importan ciertas tiendas en las que no entro jamás y cuando lo hago es por pura necesidad: las de teléfonos, materiales de construcción o sanitarios, las franquicias de lencería para jovenzuelas de talla 36 y el Corte Inglés, que allá por donde cae avasalla y se carga el comercio de toda la vida. No me importan los trapos que se ponen mis hijos aunque muchos los encuentro horribles y ni quiero imaginarme la cara que hubiera puesto mi madre si yo hubiera aparecido vestida de ciertas maneras que ellos usan ahora, porque a mí me importaba la opinión de mi madre (y ni les cuento la de sus amigas)  y ahora me dan igual. No me importa el premio Planeta ni el Goya, aunque sigo dándole cierto crédito al Nóbel y a los Oscar de Hollywood. No me importa el arte contemporáneo y ya paso de hacer el esfuerzo de comprenderlo, porque creo que en muchos casos y salvo honrosas excepciones, es una tomadura de pelo. No me importan muchas partes del globo terráqueo a las que creo que no iré nunca, aunque espero no morir sin ver la Patagonia y la bahía de Ha-Long. 

   Y lo mejor de todo, creo que la lista de las cosas que no me importan, o mejor, que antes me importaban y ahora ya no, se va haciendo cada vez más grande, de lo cual concluyo que he conseguido llegar a lo esencial en muchas cosas y a quedarme con lo que merece la pena. Es un largo esfuerzo, muchas años de pelear contra una misma y lo que piensen los demás. Esfuerzo que ha merecido la pena, francamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario