lunes, 23 de marzo de 2015

Un GPS para mi vida

    Hay personas que cuentan como en determinados momentos de sus vidas tuvieron una visión, una llamada o un qué se yo que les hizo dar un volantazo y cambiar de rumbo (y a veces hasta de vida) de la noche a la mañana; a mí me sucedió algo parecido desde que fui al concierto de Katy Perry. No, se crean que he decidido hacerme cantante, ya tuve oportunidad hace un año ahora y decidí que no era lo mío; es que al concierto de esa chiquilla gritona llegué por primera vez, sana y salva  sin perderme en un amasijo de autopistas gracias al GPS de mi vecina y desde ese mismo día, a Dios puse por testigo que no iba a volver a perderme nunca más por las rotondas y circunvalaciones donde tantas y tantas vueltas he dado, por varios países y paisajes. De paso, me voy a ahorrar unas cuantas disputas con mi cónyuge y copiloto de mi vida y varias situaciones de tensión innecesaria y stress postraumático carreteril. Ya ven qué momento trascendental y qué volantazo el mío, o mejor, que buena decisión he tomado para poder dejar de dar volantazos. 

   Ya sé que cuando yo me compro un GPS resulta que media humanidad conductora ya lo lleva integrado en el coche y la otra media tiene un iPhone de ultimísima generación que le hace las mismas funciones; pero por si ustedes que me leen no se han dado cuenta aún yo soy así: veo las películas que han ganado los Oscars seis meses después, me leo "Milenium" cuando ya se lo han leído hasta los niños de párvulos y me compraré un iPhone cuando resulte que es un cacharro obsoleto. Tampoco me va tan mal por ser una tecno-relegada...Y que conste que al GPS me resistí hasta ahora por varias razones. La primera porque me fastidia que las máquinas se apoderen de mi vida, y ya no te digo que la conduzcan! Y para seguir, porque en mis primeras experiencias GPS nunca conseguí llegar al lugar previsto, así que perdí la fe en el satélite y en su capacidad para guiar mis pasos. Para recuperar la fe, afortunadamente no me he tenido que pegar un trompazo como San Pablo sino simplemente tragarme una excursión adolescente a un lugar rodeado de autopistas y llegar a la primera gracias al cacharrito, así de simple. 
 
   Eso se llama Empirismo, que les recuerdo a los que no han estudiado filosofía (otra cosa obsoleta) que consiste en llegar a la sabiduría a través de la experimentación. Varios mindundis la han predicado a lo largo de la historia (Aristóteles, Copérnico, Descartes, Locke) y servidora aún cree en las virtudes de un sistema operativo que se llama "libro", donde esos colegas pusieron en marcha sus teorías, no tan descabelladas e incluso me atrevo a decir, de rabiosa actualidad. Primero se prueba una cosa, se vuelve a probar, y si funciona se compra; no se compra porque le funcione al resto del personal que te rodea; porque si fuera por eso,  ni se sabe la cantidad de cachivaches que me tendría que haber comprado ya hace años, empezando por la dichosa Thermomix, que todo el mundo intenta venderme con la insistencia con la que antes se vendían las enciclopedias por las casas. Corto el rollo: no me había comprado un GPS hasta ahora por pura pereza mental de ponerme a usarlo y porque perderme me parecía lo más natural del mundo. Ahora que he experimentado las mieles de no perderse, me digo a mí misma que he sido una idiota, claro!

    Queda por ver si este aparato de cien euros, pantalla táctil y voz afrancesada, va a guiar mis pasos a partir de ahora como guía los de mi coche. Cuán útil sería que la señorita que te dice "dentro de doscientos metros tome la primera a la derecha" te pudiera decir también "atención, callejón vital sin salida" o "no salga usted hoy a cenar con esa persona, que es un mal bicho" o simplemente "pise usted el freno que le está subiendo la presión sanguínea". Llegada este punto de la edad madura, no estaría mal que vendieran GPS existenciales, que te indicaran en cada momento trascendente de tu vida por qué camino tirar...Me da que para esa tecnología aún no han inventado el satélite!

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