lunes, 16 de marzo de 2015

Como un postre insólito

    "Crema de coco y plátano, con sorbete de apio y coulis de espinacas". Si ustedes fueran a un restaurante y viesen un postre con tal descripción, lo pedirían? Yo no. Como no lo vi por escrito y el restaurante en el que cené el pasado sábado era un tanto peculiar y el menú estaba cerrado, me presentaron la tarrina con semejante mezcla que procedí a comerme porque yo, menos la casquería, me lo como todo. Y es más, les diré que yo, que soy talibán del flan y del arroz con leche le he dado un calificativo de diez a este postre insólito que, en otras condiciones jamás hubiera osado pedir ni probar. 

   Moraleja: en la cosa culinaria, como en la vida misma, hay que tener muy pocos principios  que sean sólidos, para poder saltárnoslos a la torera con menos dolor de corazón. El "a Dios pongo por testigo" de Escarlata O'Hara que tanto me gusta y proclamo, empieza a ser una pesada carga en ciertas circunstancias vitales. Una vez más, será que me hago mayor, pero me cuesta ser fiel a esa idea de que tal o cual cosa no la haré nunca jamás. Nunca pensé que pagaría por comer en un restaurante japonés, ni siquiera cuando lo fetén era cenar en ellos todo el rato y presumir de conocerlos todos y ahora ya ven, el pasado sábado cena japonesa y de postre, hortalizas! Me cuesta reconocerlo porque yo pensaba que no había mucha vida más allá del gazpacho, el jamón de Pata Negra y los churros.

    Se me ha ocurrido ponerme a reflexionar sobre los principios vitales (empezando por los culinarios), una mañana de lunes después de haberme repasado toda la prensa nacional y deducir que en Andalucía, Susanita Tiene un Ratón va a tener que gobernar con  el apoyo de un partido nacido, pensado y dirigido desde una Cataluña lejana en lo geográfico y en tantas otras cosas. Y después de leer las encuestas una y otra vez y deducir que el próximo gobierno de mi país lo van a apañar a medias los Populares y los Socialistas que hasta ahora se despellejaban unos a otros por los pasillos del Congreso de los Diputados y de cuantas televisiones y radios les invitaban a dar el cante. Tanto en un caso como en otro la cosa culminará en algo parecido a la crema de plátano con la espuma de apio y las espinacas, y lo que queda por ver es si el elector se comerá el insólito postre, sean cuales sean sus ingredientes, yo sólo he dado un ejemplo...

    Y si por fin esta democracia se ha hecho mayor, y los votantes aprendemos a respetar el resultado de las urnas, de esas urnas que nos trajeron los Reyes Magos de la Transición, ahora que los jovenzuelos la critican tanto, nos comeremos la mousse de apio con las espinacas, con helado de fresa y con caldo de carne si se tercia. Abrir el paladar es bueno, pero abrirse de mente es aún mejor. Digo!

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