domingo, 11 de enero de 2015

El día de la Bestia

    Se acuerdan ustedes de aquella primera película de Alex de la Iglesia? 


    Sí, sí,  aquella en la que un rockero descerebrado, un cura de pueblo y un parapsicólogo charlatán televisivo intentaban salvar al mundo de la llegada del Anticristo, esa Bestia que los tres nombraban sin saber muy bien lo que se iban a encontrar. Alex de la Iglesia, hizo una película desternillante (a dia de hoy no sé si atreverme a llamarla sátira) y nos fabricó una bestia con cuerpo humano y cabeza de toro; porque nadie, ni los tres desastrados protagonistas sabían  qué apariencia tendría esa bestia que traería con ella el Apocalipsis. ESte Apocalipsis que, si echamos la vista atrás, es recurrente en la historia: esperamos al Anticristo (la bestia) desde que el mundo es mundo, y pensamos que nos ha llegado en forma de siete plagas de Egipto (que Ridley Scott ha convertido en diez) de Peste Bubónica, de herejía protestante, de bomba atómica, de Sida, de Tsunami o vaya usted a saber aún cuantas cosas más verán mis ojos y escucharán mis oídos de aquí a que yo desaparezca de la faz de la tierra.

   En mi modesta opinión, la Bestia (o al menos la última Bestia) ya ha llegado y ha venido para quedarse. Es esa que les permite a ustedes leerme y a mí escribir lo que ustedes leen. Esa que les deja reservar un billete de avión sin pasar por la agencia y comprarse un libro sin pasar por la librería. La misma que les enseña a hacer el pollo al Chilindrón o que les recuerda cómo se calcula una raíz cuadrada para que le echen una manita al heredero al que se les resisten las matemáticas. La que les da cada día la temperatura ambiente aquí y en Shangai, los horarios de las mareas aunque vivan en Toledo y el estado de las carreteras aunque no tengan carnet de conducir. La que sabe todo de ustedes aunque no estén apuntadas a ninguna lista de nada, la que les obliga a meter seis o siete códigos diarios, gobierna su ocio y su negocio y les ayuda a encontrar parientes olvidados y amistades perdidas. 

   Esa Bestia que ya llegó es la que se cuela en nuestras casas aunque no la autoricemos, nos reconoce aunque no hayamos ganado en nuestra vida ni un concurso de tortillas de patata y nos tiene clasificados y archivados; sabe cuánto ganamos, cuánto gastamos y de qué color compramos la ropa interior. Sabe a dónde nos gustaría viajar y cuándo nos marchamos de vacaciones, sabe nuestro número de cuenta bancaria y llegará el día en el que disponga de ella; no sabe latín porque no le hace falta, pero sabe lo que nosotros no sabemos e incluso lo que nos gustaría saber. 

    Esa Bestia cuenta y pregona a los cuatro vientos todo lo que ocurre en cualquier momento, y nosotros recurrimos a ella constantemente porque pensamos que si no sabemos todo lo qyue pasa en el mundo mundial (y en tiempo real por supuesto) nos estamos perdiendo algo muy gordo. Gracias a la Bestia, todo lo que no tenía que saberse se sabe, o por lo menos, lo saben muchos que no tenían que saberlo. Como la Bestia, a día de hoy es incontrolable, todo lo que discurre por ella también lo es y así, los trogloditas y descerabrados, los exaltados, los violentos y los demonizados tienen las mismas armas poderosas que tienen los inteligentes, cautos y hombres de bien...igualdad peligrosa ésta, por cierto. 

    La Bestia se llama Internet (por si alguien tiene hoy el cerebro espeso) y es ingobernable. Por ella pasan nuestras vidas y nuestros sentimientos. En ella se relatan nuestras miserias y a veces hasta nos cuentan la muerte en directo, sin rubor y sin efectos especiales, como hemos visto esta semana para nuestra desgracia. Si la Edad Media hubiera dispuesto de una conexión Wifi y de Internet en condiciones, hubiéramos ardido todos en la hoguera; en este siglo XXI de los exaltados, contemplamos por Internet, siempre en tiempo real, insisto, como los humanos disponen de la vida y de la muerte de otros humanos. Porque el que tiene una ocurrencia que pasa por matar a otros semejantes, ya sabe que, al menos,  tiene espectadores garantizados. Y luego, añadan ustedes "Je suis Charlie", por supuesto, pero el problema gordo es otro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario