viernes, 26 de diciembre de 2014

De léxico y traiciones

    Aprovecho los días de invierno en mi casa del pueblo para releer un libro viejuno, que rescaté de la biblioteca de mi difunta tía: "Castilla, lo castellano y los castellanos" que con semejante título sólo puede ser escrito por Miguel Delibes. En sus páginas encuentro muchas de las referencias a los campos de Castilla que el maestro describió como nadie, muchos de los refranes, los dichos y las verdades que la generación de mi padre, y aquellos que me enseñaron buena parte de lo que se, utilizaban en sus conversaciones cotidianas y que hoy se han perdido para siempre. Porque hasta hace veinte años, los castellanos éramos todos unos aldeanos, que distinguíamos todo tipo de árboles y razas ganaderas y sabíamos solo por el vuelo de las aves qué tiempo íbamos a tener al día siguiente. Releo las páginas de Delibes con el placer de la buena literatura, pero sobre todo con el de las palabras perdidas: grajo, alcaucil, vereda, trocha, rastrojo, acedera, voladizo, barrunto, galguería, maitines, vihuela, trillo, zampoña, zahorí, mandil, manteleta, berlana, ditirambo...no sigo, que me emociono. 

    Después de las palabras perdidas, salgo a la calle y me encuentro con unas palabras que no sé si son castellanas o de Tele5, y a las que supongo que acabaré acostumbrándome por aquello de que los idiomas están vivos y los hacemos los hablantes. Hago un esfuerzo, pero me cuesta todavía que en la tienda de embutidos me pregunten si habrá alguien que "recepcione" un jamón que he mandado de regalo. O que la operadora de Gas Natural me diga que no me puede "agendar" todavía la visita para la revisión de mi caldera. O que los de la inmobiliaria que vende el piso superior al mio y que me han puesto un cartel que me molesta, vean qué pueden hacer para encontrar "otra tipología de cartel". O que otra inmobiliaria anuncie una promoción de "chalets monofamiliares"...Si ésta  es la lengua viva que mantenemos y renovamos entre todos, casi que preferiría quedarme con la muerta! 

   Y para acabar la miserias de hoy, en lo que invento alguna estrategia para cargarme las palomas que utilizan el maldito cartel de la inmobiliaria como nido, y me están poniendo el balcón como un estercolero, voy en busca de un nuevo proveedor de churros y chocolate, pues mi cafetería habitual cambió de dueños y los nuevos no hay quien se los coma...me ha parecido una traición mayor que la de Urdangarín a la Casa Real.

jueves, 25 de diciembre de 2014

En mi mesa de Navidad

    Quede claro que mi mesa de Navidad no es la mía sino la de mi madre, más conocida entre mi gente como "la jefa", no vaya a ser que me lea apropiándose de su mesa y tengamos un contencioso familiar. Pues bien, en mi mesa de Navidad nos hemos sentado doce personas (uf! casi trece) pertenecientes no sé si a tres o cuatro generaciones, porque iban desde los siete hasta los 85 años. Doce personas entre las cuales ganábamos por número las mujeres, como casi siempre en la vida, y se contaban cuatro nacionalidades diferentes, todo un mérito para una familia castellana vieja. 

    Estas doce personas sentadas en esta mesa hemos compartido canapés, langostinos, turrones y mazapanes y todas esas cosas que las familias compartimos en Navidad a pesar de que todos los programas gastronómicos intentan convencernos de que cenemos espumas varias y reducciones de Pedro Ximenez. Hemos hablado de todo y de nada, procurando evitar los temas escabrosos y sobre todo la política, fuente de grandes conflictos en las comidas navideñas. Y eso que este año, entre la Infanta Cristina y los catalanes, nos lo han puesto complicado, lo de no hablar de política.

   En esta mesa de Navidad, no se contaban tantas personas como teléfonos y tabletas sino casi el doble. Desde ellos nos hemos felicitado la Navidad, nos hemos contado los regalos dados y recibidos, nos hemos echado de menos con los muchos seres queridos que quedan fuera de nuestras familias y nuestras mesas navideñas y digo yo, que en qué matábamos el rato de la sobremesa cuando no teníamos tanto soporte tecnológico para hacer la digestión!

   Mi mesa de Navidad de este año ha sido una mesa de Navidad cualquiera, como tantas otras repartidas por la piel de toro, con sus alegrías y sus penas, con sus broncas y sus olvidos, con sus ausentes y sus presentes. En esta mesa de Navidad no había hoy ningún parado ni nadie pendiente de juicio, ni tampoco echábamos de menos a ningún pariente hospedado en la cárcel, así que demos gracias a quien corresponda; y esperemos pasar otras muchas navidades sin pena ni gloria, que para sobresaltos ya tenemos los de la vida cotidiana! Feliz Navidad a todos mis lectores.

domingo, 21 de diciembre de 2014

La lotería de la vida

    Tengo una cierta idea de lo que voy a hacer mañana, aunque ya se sabe que el destino es el que tiene la última palabra. La verdad es que mañana tengo un programa apretado que, espero que se cumpla como previsto, aunque los caminos del Señor son impenetrables, eso también se sabe. Hay una serie de cosas que me van a ocurrir mañana, unas buenas y otras no tanto, y sobre todo hay una cosa que sé que no me va a ocurrir, que no sé si es buena, buenísima o simplemente una más de las cosas que a uno le suceden en la vida: mañana no me va a tocar la lotería. Que cómo estoy tan segura? pues porque no he jugado, y no soy parroquiana habitual de esos bares donde todo el mundo juega al mismo número y cuando no juegas te lo guarda el dueño. 

    Que por qué no juego? porque se me olvida que la lotería hay que comprarla, porque si te la regalan (dice el saber popular) no toca. Y se me olvida que hay que comprarla porque en mis planes de vida y en mis proyecciones de futuro entran numerosas variables y entre ellas, nunca he considerado que una fuera una bolsa de millones caída del cielo. Supongo que llevo mi cartesianismo existencial hasta límites muy elevados, pero así es. 

    Tampoco he sido nunca aficionada a los juegos de azar; ni me interesan, ni me motivan, ni pienso que mi suerte me permitirá sacar alguna ganancia limpia de ellos. Nunca me gustó jugar a las cartas y eso que fui universitaria en los años '80 de España donde, o sabías jugar al Mus, o no te comías una rosca en los bares de las facultades. Por supuesto, aprendí a jugar al Mus para comerme las roscas que fueran necesarias, pero cada vez que empezábamos una partida veía siempre extrañas maniobras a mi alrededor destinadas a no ser mi pareja, porque estaba claro que a los que jugábamos sin motivación, se nos notaba.

   Mi aversión por el juego se extendió a los juegos de mesa, que nunca me han entretenido, ni han picado mi curiosidad. He pasado por ese sarampión en los años más infantiles de mis hijos, pero reconozco que antes que montar un bingo en casa u organizar un campeonato de Parchís entre la grey infantil prefiero llevármelos a todos a un parque aunque eso suponga pasar frío o llenarme de barro hasta las cejas. Aún hoy día temo esas cenas a las que te invitan prometiéndote una partida de Pictionary o de cualquiera de sus primos hermanos, incluyendo todos los que se juegan en las pantallas...me supera. Creo que soy la única persona que conozco que no ha jugado nunca al Candy Crush, y les aseguro que en mi página Facebook recibo una invitación casi cada día. 

    En fin, que yo no juego, pero mañana, mientras yo estoy a mis cosas, unos cuantos millones de españoles estarán pendientes del salón de plenos de la Lotería del Estado y de unos niños encantadores que cantan números como un mantra que, miren ustedes por dónde, ese sí me hace gracia escuchar. Espero que la Lotería de Navidad deje un gordo en una peña de obreros en paro, o de emigrantes sin papeles, que reparta premios entre las enfermeras del Carlos III o entre los jubilados que mantienen a familias de ocho personas; que riegue de dinero fresco (y legal) a quienes están a punto de ser desahuciados o a quienes llevan tres años en paro...sólo faltaba que ahora le tocara o Bárcenas!...O a las Koplowicz.

    A mí ya me tocó, no les digo cómo ni de qué manera porque de ciertas cosas muy privadas ni siquiera aquí debo hablar. Me tocó la lotería de la vida, generosamente, y me sigue tocando cada año que pasa y envejezco junto a mi marido y mis amigos y veo a mis hijos crecer sanos y fuertes; cada uno de esos años en los que me quejo de la cantidad de canas que pueblan mi cabellera y de lo que me cuesta quitarme la lorza a golpe de correr kilómetros y kilómetros; en todos y cada uno de esos años en los que puedo pagar mis facturas, no tener demasiados remordimientos ni deudas tremebundas que saldar. No querrán ustedes que, con tanta suerte, además, compre un maldito décimo y encima me toque! Feliz semana navideña para todos.

   

viernes, 19 de diciembre de 2014

Ya llegó Campofrío

    Esta Navidad es la cuarta que me pilla escribiendo mis cosas, así que antes de ponerme a despotricar de los días cortos, de los regalos inservibles y del frío reinante, he decidido repasarme todas mis entradas navideñas para no repetirme más que la morcilla de Burgos, lugar por cierto donde se ha rodado el anuncio de Campofrío. Se lo dejo de regalo (inservible este también):


    Porque si no les ha quedado claro, españoles todos, el incio de las festividades, con lágrima fácil y amor desmedido por el prójimo ya no lo marcan ni las muñecas de Famosa ni las burbujas de Freixenet: manda la fábrica de embutidos que, para colmo, este año se les ha quemado, y los publicitarios (esas gentes que reflexionan sentadas en sillones de colores y llevan gafas con monturas imposibles) han aprovechado para conjugar el vermo "quemar", y sobre todo su participio pasado, y hacer un buen anuncio, sin más. 

    Yo hoy he dado carpetazo a mis asuntos laborales, y me estoy preparando unas navidades cinematográficas, que engordan menos que las culinarias y alimentan el espíritu. Tengo mucho atraso de series, y como sigo los buenos consejos de quienes no tienen hijos (que son los que las ven cuando salen) me voy a merendar tres temporadas de "Sherlock" y dos de "House of Cards", más la quinta de "Downton Abbey" cuando me la preste mi amiga, aunque se haya pasado la Navidad. Gran bombazo de esta temporada, aparece George Clooney en el último episodio:



    Cine: veremos "Exodus" para ver a Moisés partiendo las aguas del mar Rojo en Fuerteventura, a ver qué tal les ha quedado; el oso "Paddington" haciendo de las suyas por Londres y si me apuran , hasta los pingüinos de Madagascar, que se han convertido en actores principales porque (ya era hora) los productores se han dado cuenta que eran lo mejor de las anteriores entregas. Y tengo diez películas de Chaplin que compré hace un par de semanas a precio de ganga, que no sé si caerán todas pero espero que al menos la mitad. Y  "Lo que el viento se llevó"  y "Ben Hur" en versión original, que esas dos se las van a tragar mis hijos sí o sí, como yo hace años me tragué "La sirenita" o cosas incluso peores hasta dos y tres veces. Y si los petardos del dividendo digital no me han hecho desaparecer el  "Paramount Classic" de mi televisión, puede que caigan unas cuantas joyás más del séptimo arte. 

    Hay quien planea en estos días cómo sentar a sus parientes de ambos lados de una misma  mesa o cuántos langostinos se pueden comer por persona y cuándo comprar la merluza para que la puñalada del pescadero te duela menos. Hay quien se ha puesto en forma para tirarse por las pendientes esquiando y procurando no romperse la crisma, que es algo que cada vez ms le pasa a la gente que esquía (por qué será?). Hay quien compra lotería con números y combinaciones especiales soñando todo lo que va hacer el día que le toque; y hay quien se marcha a las Canarias  dispuesto a hacer la conga de Jalisco con una panda de alemanes bebidos con tal de no acordarse que es Navidad. Ya ven ustedes, planear las películas que uno va a ver y disfrutar aprovechando que hace frío y los días son cortos, es una manera de hacer planes navideños.

    Y lo mejor que hacen los de Campofrío cada año es sacar a Gila, el mejor de todos, el maestro de maestros, ese que fue capaz de llamar por teléfono, preguntar por el enemigo y hacer todo un chiste de ello. Aquí les dejo otro regalo inservible de los míos:


    Y a partir de mañana, a disfrutar del cine, los parientes y la tregua navideña, tregua de todas las demás cosas quiero decir.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Niño rico, niño pobre

    Tres  historietas seguidas, y después la conclusión, vamos con la primera. Ya saben los que me siguen que hace año y medio estuve en Perú y volví fascinada. Una de las maravillas que me cortó la respiración en aquellos días fue el Lago Titicaca, tan inmenso como que tiene islas por medio. Islas habitadas por indígenas que sobreviven de la pesca y lo que dejan los turistas, y que tienen que desplazarse de una isla a otra para conseguir sus víveres, o para ir a la escuela los niños. Poco después de regresar de mi viaje, vi en la televisión francesa un reportaje sobre estos niños peruanos del lago Titicaca, que se levantan con el alba y se montan en una pequeña barca de remos y, sin saber nadar muchos de ellos, van a la isla vecina a la escuela, remando cerca de una hora, con temperaturas mañaneras muy cercanas a cero y viento del altiplano que te corta la cara. Algo muy gordo tiene que pasar para que estos niños peruanos falten a clase, lo dice con una sonrisa de oreja a oreja la maestra que añade, "aunque mejor sería que aprendieran a nadar"...

    Segunda: es una película, yo la he visto en versión francesa, pero existe en versión española y se llama "Camino a la escuela". Aquí tiene el Trailer, para abrir boca:


    Son cuatro historias reales de otros tantos niños, y las peripecias que atraviesan cada día para poder llegar al colegio. Es especialemnte conmovedor el capítulo de la India, donde un chiquillo de trece años, llamado Samuel, parapléjico, va cada mañana a la escuela en una destartalada silla de ruedas que empujan por religioso turno sus dos hermanos durante más de una hora, a través de lo que literalmente ustedes y yo llamaríamos un camino de cabras.

    Tercera: tengo un  amigo que  sostiene desde hace años, con tesón y generosidad infinita, una cantina escolar en una barriada miserable de Puerto Príncipe, la capital de ese país llamado Haití, del que Dios se olvidó a los cinco minutos de crearlo. Sus amigos le ayudamos como podemos porque el proyecto merece la pena y cada Euro que se pone va a parar allí. Mi amigo se desplaza a Haití una vez al año para vigilar el proyecto y me cuenta las caminatas que se pegan estos chavales para ir al colegio, a veces con la simple recompensa de, al menos, comer una vez al día (cosa que de quedarse en sus casas no siempre está garantizada) y lo que es más, los recorridos largos y en malas condiciones de transporte que hacen los profesores, cuyo salario no llega en muchos casos a 200 dólares al mes, algo que no les resta ni un ápice de motivación y ganas de sacar a estos pobres desheredados a elante.

    Y ahora el escenario del crimen: una ciudad del norte opulento de Europa, donde mañana hay una huelga general, la segunda en ocho días; huelga convocada con toda la razón, que conste. Mis hijos estudian en una escuela internacional donde los profesores no están pagados por este gobierno al que van dirigidas las protestas, los alumnos viven  casi todos a media hora andando (como mucho) de la escuela y en sus casa hay casi siempre un coche y en muchos casos, dos. La escuela está abierta, vale; los profesores no pueden hacer huelga porque les pagan sus gobiernos de origen (muchos y de variados países) vale; no hay cantina escolar pero nada impide al chiquillo acudir a la escuela con un bocadillo e incluso con toda una fiambrera llena de víveres, vale; no hay transporte público ni escolar, pero ya hemos explicado que no hay que atravesar tres autopistas y dos vertederos para llegar al colegio. Resultado: la escuela la semana pasada estaba desierta de niños y me temo que mañana será aún peor.

    Conclusión: estamos criando estirpes de flojos; las consecuencias ya nos la iremos encontrando. Que vean "Camino a la escuela" los que no la hayan visto. Y ya me dirán ustedes. Buenas noches.

jueves, 11 de diciembre de 2014

El hambre no está invitada

    El 12 de diciembre del 2011 escribí una entrada llamada "Más cornadas da el hambre", que cuando miro mis estadísticas blogueras siempre está encaramada entre las diez más visitadas. No sé si sentirme orgullosa o apenarme por ello, porque si la gente la sigue leyendo,  quizás sea porque el hambre es de rabiosa actualidad. De muestra les dejo este vídeo sobrecogedor, es el de la campaña contra la pobreza infantil del año pasado, pero por desgracia, vale también para este año:


    Dice nuestro presidente, Don Tancredo Rajoy, allá por Veracruz (porque verdaderamente hay que irse hasta Méjico para decir cosas así) que en Europa nos admiran por nuestra recuperación económica y por nuestra capacidad de crecimiento después de la crisis. No sé si sabe Don Tancredo, que de esa crisis feroz y salvaje como pocas, aparte de los cinco millones de parados, que ya sabemos que no le importan a nadie en el gobierno, han quedado 2.300.000 niños viviendo bajo el umbral de la pobreza, muchos de ellos presentando severos cuadros de malnutrición. En un país lleno de estrellas Michelín, de bares de tapas, de programas de cocina en las televisiones y turistas que viene a ponerse morados de paella, no sé cómo soportamos la sola idea de que nuestros chiquillos estén mal alimentados, no porque les guste la comida basura, sino porque muchos de ellos no llegan ni a catar la comida, punto.
 
 No sé como podemos creernos que vivimos en un país decente cuando sólo entregamos el 0'5 del PIB como ayuda a las familias; en la Unión Europea, sólo Rumanía, Bulgaria y Grecia se ocupan menos de las familias y de la crianza de los hijos que nosotros. Los hijos, les recuerdo, son esos ciudadanos de pleno derecho que algún día con su trabajo deberían de pagar nuestras pensiones y mantener nuestras sociedades en pie; algo que harán malamente si crecen desnutridos, enfermizos, raquíticos y sin ir al colegio. Como estamos gobernados por grandes incultos, nadie se acuerda que los Bárbaros fueron empujados hasta las puertas de Roma por el hambre, que ese mismo hambre llenó Estados Unidos de irlandeses famélicos, que el hambre se cargó al Zar de Rusia y provocó toda una revolución en un país que ya estaba pringado con una guerra mundial, que el hambre ha convertido amantes de los animales en toreros, honrados padres de familia en delincuentes, derrocado tiranos, provocado ríos de sangre y revueltas atroces en varias partes del mundo...Como si nada. 
 
    No hace tantos días, decía el Papa Francisco (ese hombre que si sigue así quizás hasta consiga que yo vuelva a entrar las iglesias para algo más que para ver sus cuadros) ante el Parlamento Europeo reunido en Estrasburgo que los europeos hablábamos de la pobreza sin saber verdaderamente en qué consistía, puesto que ser pobre, como se es en otros continentes, es nacer pobre, vivir pobre, y morir pobre habiendo engendrado unos hijos que, a su vez, seguirán siendo pobres. Al Papa yo le diría que sus palabras son ciertas gracias a que en Europa hemos creado tras las dos grandes guerras un modelo social en el que aún naciendo pobre se podía aspirar a un mundo mejor para nuestros hijos; ahora bien, viendo la saña con la que muchos se están empleando en destrozar nuestra educación, nuestra seguridad social y tantas otras cosas buenas que hicimos juntos, creo que en unos años serán los asiáticos lo que hablarán de nosotros como esos pobrecillos a los que hay que alimentar. 
 
    Me pongo pesadita con estas cosas porque se acerca la Navidad, tiempo de opulencia culinaria, de Alka Seltzer a todas horas y de cenas y comidas interminables, de muchos cubos de basura llenos de comida que sobra en los platos y de muchos supermercados repletos de viandas a las que una parte de la población no va a echarle la zarpa nunca. Yo no soy ninguna santa, peco de gula como la que más, no me gusta el turrón pero sí los langostinos, por catetos que sean, pero antes de sentarme a la mesa navideña ya he dejado mi granito de arena en el lugar donde pueda ser útil, y así se lo he explicado a mis hijos y a todos los que me quieran escuchar. Si no se les ocurre nada, aquí tiene unas cuantas ideas: www.plan-international.org; www.accioncontraelhambre.org;  www.educo.org. Por cierto, si sufren ustedes la plaga de los Amigos Invisibles y sus regalos inútiles, pidan que, en vez de recibir un regalo,  se haga una donación en su nombre. Y después, tomense los langostinos, las uvas y el turrón en paz, pero digámonos todos que no, que donde hay niños,  el hambre no está invitada.


 
  

 


martes, 9 de diciembre de 2014

Fabiola sí que mola

    No piensen que los fríos invernales me han trastornado: sigo siendo profundamente republicana. Y antes de seguir avanzando lo digo como lo he dicho alto y claro,  una y mil veces: no me vengan con el cuento de que las repúblicas y sus gobernantes salen muy caros, o con el de que hay que ver lo que cuestan las elecciones y lo que roban los políticos; no, lo siento: los cargos públicos (y el de jefe del estado lo es) en pleno siglo XXI,  no se heredan.  O por lo menos así lo pensamos los que hemos leído a Montesquieu, que ya no debemos ser tantos como antes.  Y ahora, tras la declaración exculpatoria puedo ir a lo que hoy me interesa. 

    Creo que en las 309 entradas que llevo publicadas, y unas cuantas más que he tirado a la basura, he escrito sobre todo tipo de personajes esdrújulos, aunque presiento que el de hoy, es uno de las que se lleva la palma. Y ya me dirán qué tengo yo que ver con la reina Fabiola, que en paz descanse, aparte del hecho de compartir nacionalidad y el gusto por los hombres con gafas y de otra determinada nacionalidad...Y ya me dirán cómo me puedo poner yo, Concha Torres, republicana convicta y confesa a compartir con ustedes mi fascinación por una reina de las de ahora (si al menos fuera Isabel la Católica) que además se vestía de Ursulina y se peinaba como si el gremio de peluquería fuera su mortal enemigo. Quizás sea la persona que conozca que más se corresponda con aquella descripción que hiciera Valle Inclán del Marqués de Bradomín: fea, católica y sentimental; quizás sea ese deje madrileño que tenía cuando hablaba francés, arrastrando unas "erres" interminables, o quizás sea la sospecha que siempre he tenido de que detrás de ese aspecto de rancia, melosa y recién caída del cielo, se escondía todo un carácter, al cual más valía no mentarle el rosario de su madre.

    Ahora que nuestros reyes y reinas son una colección de jovenzuelos que hacen todo lo posible por parecerse a nosotros, aunque ellos no pagan el recibo de la luz ni tienen que buscar deprisa y corriendo una canguro para que se quede con el niño enfermo mientras tú te vas a trabajar, tiene su mérito haber resistido tantos años no sólo siendo sino sobre todo, pareciendo una reina; en un
 país que no era el suyo, en una ciudad que muy poco se parece a la que le vio nacer y rodeada de una sarta de parientes a cual más lelo el uno que el otro. Criando los hijos de una cuñada inculta y alocada y de un cuñado disipado, cuando ella buscaba por encima de todo tener unos hijos propios con los que rezar el Jesusito de mi vida cada noche, y no tener que desasnar a esos tres mendrugos. 

    Fabiola era una señora que llevaba siempre puesta encima la insignia del Real Madrid, que veraneaba en Motril donde era más conocida en el mercado de abastos que en la playa, gracias a lo cual (cuenta la leyenda) se sabía de carrerilla los precios del pescado...Apuesto lo que ustedes quieran que ni Letizia, ni Máxima ni Matilde tienen ni idea de cuánto cuesta un kilo de calamares. Ni Letizia sabe catalán ni gallego ni euskera, cuando Fabiola hablaba corrientemente neerlandés y alemán (idiomas oficiales de su país de acogida). No sigo, que veo que me estoy embalando y además queda la traca final: en su testamento, los 37 sobrinos que parece que alguien se ha entretenido en contabilizar se van a quedar al verlas, porque serán los indigentes que pueblan Bélgica sus legítimos herederos. Toma! La penúltima de sus anécdotas la he leído hoy en la prensa, al parecer no quería que le hicieran un funeral de estado, como va a ocurrir, y le dijo a su capellán que había encargado un ataúd tan feo que la familia real no se atrevería a enseñarlo: Fabiola, para que veas hasta qué punto son necios los de tu familia política, el ataúd (que es efectivamente horrible) está desde hoy expuesto al público en el palacio real.

    Querida Fabiola, como te van a cascar el funeral a lo grande y no te van a dejar tranquila, a pesar del ataúd feo; y como los sobrinos enrabietados por no heredar tampoco sé si  van a tener un detalle contigo, aquí te dejo  un pasodoble que creo que te va a gustar, porque habla de una cosa que tú y yo, que venimos del mismo sitio y vivimos casi en el mismo lugar, entendemos muy bien: "en tierra extraña".



    Postdata: Fabiola, mola; que dirían mis adolescentes de herederos, y la verdad, no se me ocurría otro título que retratara mejor a una señora tan deliciosamente decadente como ella...Buenas noches

viernes, 5 de diciembre de 2014

Comprobaciones invernales

    Ilusa de mí, que pensaba que el otoño soleado y templado se iba a prolongar eternamente; que los veinte grados de noviembre no eran una anomalía sino el anuncio de los nuevos tiempos climáticos y que el calentamiento de la tierra nos estaba mostrando su rostro más amable. No es así, ya llegaron las heladas, las nieblas y esa terrible época del año en la que me gustaría dejar de ser un ser humano y convertirme en oso, o incluso en osa. Se impone una profunda revisión de nuestras costumbres, materiales, comidas y alimentos, cual si fuéramos en  una nave a punto de despegar de Cabo Cañaveral, en esas películas de astronautas que tanto me gustan. 

    Horarios de funcionamiento de la calefacción a discutir con la comunidad de vecinos? hecho. Revisión de la caldera aun sabiendo que se estropeará en mitad del mes de enero? hecho. Tapadas las rendijas de las puertas y ventanas con todo tipo de cintas, burletes y perritos salchicha de fieltro: hecho. Almacenada la sal en la bodega, porque en los países nórdicos donde hay nieve y hay civismo, estamos obligados a limpiar las aceras: hecho. Desatascadas las chimeneas (aunque nunca aparecerá Mary Poppins por ella) y almacenada la leña? hecho. Cambiadas las ruedas del coche por ruedas de invierno? pues yo no, porque cuando hay nieve y fenómenos congelados yo no me subo al coche, pero háganlo ustedes si son cocheadictos. 

    Mantitas para el sofá en versión lana que pica? listas para usar. Zapatillas de estar en casa con relleno de piel: preparadas. Jereseys viejos de lana que no se rompen nunca y sólo valen para pasar la tarde en casa viendo películas: en posición de revista y listos para usarse. Edredones de pluma de ganso (modelo Ikea) que reemplaza al edredón sintético de verano (también modelo Ikea) ya sobre la cama. Almacén de gorros, guantes y bufandas en la entrada de casa, para ir usando y perdiendo por las calles y colegios a medida que pasan las semanas? hecho. Botas modelo remordimiento con las que echarse a la calle en caso de nieve: preparado un par para cada miembro de la familia. Así mismo, se pone a disposición de todos los miembros de la familia un anorak de pluma (de los buenos) un pasamontañas o gorro con orejas (a elegir) camisetas y calcetines térmicos, aunque ya se sabe que sólo los utilizan los mayores, porque los adolescentes tienen el termostato averiado y van por la calle con zapatillas de lona y sudadera aunque estemos a bajo cero. 

    Almacén de lentejas, alubias y garbanzos para las comidas domingueras en esos días en los que no sale el sol: hecho. Chorizos y morcillas para acompañarlas: viviendo donde vivimos, ya quisiéramos. Compra masiva de tisanas de todo tipo y para todo tipo de toses y dolores de garganta: hecho. Naranjas de zumo: almacenadas. Tabletas de chocolate en lo que llegan las de turrón, polvorones y mantecados: compradas. 

    Farmacia doméstica? preparada. A saber: doble ración de sprays para la nariz, alcoholes para friegas; champú antipiojos, paracetamol de un gramo, vitamina C en envase familiar; dosis de vitamina D (para los que no tomamos el sol más que un mes al año); pastillas suavizantes para la garganta y alguna friega para los dolores de espalda. Y no ponemos antidepresivos porque somos gente sana y deportista que nos curamos las penas haciendo ejercicio o templando nuestros estómagos en buena compañía. Francamente: era más divertido llenar el botiquín de repelentes contra mosquitos y protectores solares. 

   Ultimas comprobaciones: una serie por capítulos para tragarse en las tardes de invierno? yo propongo "Borgen", pero ya la he visto, a ver si alguien me regala o presta "House of Cards", que le tengo ganas. Bombillas de repuesto, que se funden todas en esta época? hecho. Teléfono del reparador de calderas? a mano. Facturas varios y papeles apilados listos para clasificar? preparados, visto que no se puede salir es el momento de hacerlo. Momento para aprender a hacer ganchillo o papiroflexia con Youtube? ahora o nunca. Periódicos viejos para encender la chimenea? acumulados. Botella de agua mineral para rellenar de agua caliente y echársela al parabrisas del coche? apartada. 

    Creo que no se me olvida nada, quizás sí, una declaración de principios, clara, contundente y en mayúsculas: ODIO EL INVIERNO!