lunes, 17 de noviembre de 2014

Presbicia

    Hace algo menos de un año, me tuve que rendir a la evidencia: no veo tampoco de lejos, y de cerca, bastante menos que antes. Un oculista antipático y poco profesional me propuso operarme de una incipiente miopía, en mi lugar de residencia y yo, aprovechando mi visita navideña a España, acudí a ver a mi amigo Nacho, que no es oculista sino óptico, que son los que en realidad saben de graduar la vista. Nacho me diagnosticó una presbicia muy propia de mi edad, saber y gobierno, y me hizo unas fantásticas gafas progresivas que uso a diestro y siniestro y sin las cuales mi vida sería bastante complicada. También me hizo una advertencia que procuro seguir y que en aquel momento me pareció curiosa: "no las tengas puestas todo el día (las gafas), aunque te lo pida el cuerpo, pues  las progresivas, cuando uno se adapta a ellas, son como una droga suave, de esas que no te matan pero te hacen adicta". Y añadió, ya en tono de mayor chanza: "son tan buenas que hasta te enseñan la realidad mejorada". 

    Y ahora viene la metáfora de este cuento que les he largado sobre algo tan banal como la vista cansada. Este pasado fin de semana ha llegado el Mesías a  España, no sé muy bien si lo estábamos esperando y ni siquiera si nos hacía falta, pero ha llegado. Viene cargado de muchas y variadas intenciones y de pocas propuestas concretas más allá de echar a los que roban y meten la mano en la hacienda pública,  algo con lo que el 90% del personal está de acuerdo; porque esa es la habilidad de los Mesías, vienen a  salvarnos con frases  poco novedosas con las que  que la mayoría estamos de acuerdo: recuérdese el "amaos los unos a los otros como yo os he amado". Bien pues, el Mesías de ahora, nos dice que hay que barrer de un plumazo la Transición y "abrir el candado del 78, que es un régimen que se derrumba". Fuertes palabras, pronunciadas por alguien a quien la oratoria no le es una ciencia ajena. 

    Nunca pensé que todo lo que hemos hecho en mi país, los españoles de buena voluntad (supongo que al Mesías le gusta este lenguaje) desde el '78 (año de nacimiento del Mesías, qué curioso) para acá pueda ser tildado de" régimen", porque régimen era lo que había antes, donde se metía igualmente la mano en la caja, pero ademàs con impunidad y con ley marcial,  pena de muerte, sindicatos verticales y cortes no elegidas por los ciudadanos. Creo que los que somos aficionados a la democracia, quizás nos hayamos puesto unas gafas progresivas y las hayamos usado demasiado a menudo; y esas gafas nos han devuelto, como dice mi amigo el óptico, una realidad mejorada. Quizás todos los españoles que ahora tenemos entre 45 y 60 años hayamos sufrido de una presbicia histórica que, con esas gafas maravillosas de Suarez, la Constitución, los primeros gobiernos socialistas, la aprobación del divorcio o del matrimonio gay, las becas Erasmus y la Selección ganando partidos, ahora es difícil de curar. Quizás todas estas cosas buenas sólo las veíamos con las gafas progresivas, sin ponernos las gafas de cerca, para ver todo lo que se estaba cociendo por debajo, no digo que no.

    Pero también cabe la posibilidad de que las gafas las lleven el Mesías y sus apóstoles, que piensan que se pueden mantener miles de prestaciones sociales simplemente masacrando a los ricos (porque los muy ricos ya se habrán escapado para cuando ellos lleguen); que creen que es posible construir un partido político sólo saliendo en las tertulias televisivas, que no nos dicen de dónde y cómo se van a financiar los servicios públicos ni esa renta básica universal  que le prometen a todo quisque, que piensan que hay cierta prensa que se merece una mordaza y que a estas alturas no son capaces de decir alto y claro si son de derecha o de izquierda. Que creen en la "participación telemática" de la gente (palabras textuales) y en que es posible sacar a España de la OTAN, a estas alturas...Me dicen ustedes quién sufre aquí de presbicia histórica?

    A lo mejor el problema es simplemente que son jóvenes, y que a mí, que ya no soy tan joven, ni tan ingenua, y que ni siquiera creo en los Mesías, ya vengan con coleta, con diadema o con una túnica blanca, me dan escalofríos todos esos que saltan a la palestra pretendiendo ser la salvación, porque con ellos la cosa casi siempre acaba mal.

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