domingo, 5 de octubre de 2014

Para reir o llorar

    Que soy adicta al cine ya lo he dicho por activa y por pasiva, es más, todo lo que no he aprendido en la vida de los libros, me lo han enseñado las películas. Que dentro de mi adicción, Woody Allen es protagonista principal creo que también lo he contado en estas líneas. Yo a Woody Allen se lo perdono todo; sus pecados veniales, que son cinematográficos  e incluso los capitales, que son varios, y algunos muy feos y del dominio público, pero como no los ha llevado a la pantalla ni se ha aprovechado de ello para ser famoso, por mi parte, pelillos a la mar. 

    Pero no voy a hablar de Woody Allen, aunque la idea para estas líneas de hoy me la ha dado una de sus películas, concretamente una de las malas: "Melinda y Melinda", aquella que comenzaba con una señora que presentaba en una cena a la que no la habían invitado y el astuto cineasta escribía dos tramas paralelas, una en clave de humor y otra completamente trágica. A pesar de la habilidad de Woody la película no le salió redonda y forma parte del paquete de  las prescindibles. Pero atinó el guionista, que no es otro que él mismo en una cosa: cada acontecimiento de la realidad, tiene casi siempre dos lecturas, una trágica y otra cómica. 

    Si repaso las noticias de esta semana, la cosa es más que aplicable. Se casó George Clooney el lunes:  si pienso en la cantidad de mujeres (servidora incluida) que sueñan con un tipo con sus hechuras, la cosa es más bien un drama. Si nos fijamos en la boda gitana que se montó, con juerga incluida con sus amigos machotes ,esos que me da que pronto volverán a tenerlo entre ellos, y en esa novia con pretensiones de dama de altos vuelos profesionales pero que en cada foto miraba al mundo diciendo "soy yo la que lo cacé", entonces estamos ante una de las mejores comedias de los últimos meses.

   Mi paisano el Marqués seleccionador ha llamado a Piqué para que juegue el próximo partido oficial de La Roja (antes la Selección). El apocalipsis de la Biblia se  queda corto al lado de las invectivas que me han llegado vía Facebook contra Mister Shakira, por aquello de que está a favor de la Consulta y de todo lo que venga detrás, eso es para reir, la verdad. Pero también para llorar, porque el bueno de Del Bosque cumple con su trabajo, que es seleccionar jugadores con criterios deportivos, y el pavo de Piqué, debería ser él el que decida no jugar; si no lo hace ya sacaremos los demás, que somos más o menos inteligentes, nuestras propias conclusiones. 

    Dice la UE en sus estadísticas que los profesores españoles han visto caer su sueldo desde que comenzó la crisis un 17%, los que más en Europa. Decididamente para llorar, pues además, el documento de Eurostat aporta otros interesantes datos, como que un profesor español tarda 39 años de docencia en llegar a su salario máximo mientras que en Turquía, país del que más de uno tendrá ganas de reirse, el mismo profesor tarda sólo 27 años en llegar a cobrar lo máximo permitido. Y aún nos entrarán ganas de reirnos con las burradas que ponen nuestros escolares en Youtube, de las que les incluyo un recordatorio, que creo que ya utilicé hace meses, pero que no deja de ponerme los pelos de punta cada vez que lo veo:

 
  Desde luego, pagando sueldos miserables a quienes instruyen y desbravan a estas bestias, no vamos a conseguir que el panorama mejore. Les permito que se hayan reído con el video, el resto es para llorar. 

    Y este fin de semana, he heredado unos zapatos de trekking que se le han quedado pequeños a mi retoño, qué risa! pero que desesperación al mismo tiempo de pensar que empiezo a ser pequeñaja a su lado. Y además, me he dedicado a esa terrible operación que todas las mujeres de mi quinta hacemos porque somos incapaces de terminar con ciertas costumbres heredadas de nuestras madres y abuelas: el temible cambio de armarios que tenemos que acometer todos los que, a diferencia de la Preysler y similares, no tenemos habitaciones y habitaciones destinadas a acoger nuestros vestidos. Me río de pensar que soy incapaz de no enfrentarme dos veces al año al traslado de ropas de un piso bajo a otro alto  del ropero con su correspondiente lavado y enfundado en plásticos y antipolillas;  pero lloro por dentro de pensar que lo que toca ahora es el invierno que detesto tanto o más que los bichos de plumas, los curas pedófilos y las películas de Bergman donde no hablan. Mis armarios están cambiados, y mañana, a vestirse de marrón y a empezar otra semana, para reir o para llorar?

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