miércoles, 8 de octubre de 2014

Guerra bacteriológica

    Ya está! Lo conseguimos! Por fin dejarán de hablar de nosotros como de ese país donde la gente canta y baila hasta altas horas de la madrugada y encima tienen millones de parados; por fin saldremos del cajón oscuro de la historia, de ese que ya nos sacó Jose Marí (Ansar) cuando fuimos de excursión a Irak, y al que volvimos porque el de la ceja no se levantaba al paso de la bandera americana. Por fin tendremos un lugar en las noticias de todo el mundo, en las portadas de los diarios y en los blogs y tweets de todo hijo de vecino, sin necesidad de tener que ganar un mundial de fútbol o que Nadal se esfuerze lo más mínimo.

    Ha llegado nuestra hora, ya tenemos algo de lo que enorgullecernos como pueblo o como nación de naciones (según incluyamos a Artur Mas y sus votantes o no); ya podemos decir que valemos para algo más que para importar turistas, sacarles los cuartos y devolverlos cantando la Macarena a sus países de origen. Ahora sí podemos mirar frente a frente, o incluso por encima de la frente a los poderosos y prestamistas del mundo entero, con Angela Merkel en primera línea; ahora sí que hemos dado un paso adelante en la historia de la humanidad doliente y además sin vuelta atrás. 

    Señoras y señores, españoles todos, hemos conseguido lo que ni la Jihad Islámica, la ETA y los Testigos de Jehová hubieran conseguido de haber actuado juntos, y además, por la puerta grande (del aeropuerto) retransmitido en directo por la televisión y con el aplauso de la opinión pública hasta que se torció la cosa: hemos metido al Ebola en Europa! Siiiii! Y lo hemos hecho nosotros solos, sin ayuda de nadie, como pueblo echado para adelante  que somos, con nuestras personalidades (que decía la difunta Lola Flores) y con nuestra peculiar manera de ser: una chapuza para todos y todos pringados por la misma chapuza. 

    Dice el presidente del gobierno que ve como unos hilillos virales que salen por las puertas de dos hospitales de Madrid, y dice su ministra bronceada que ahora que ya ha conseguido que se olviden de ella (y del exmarido) los que la acusaban de quedarse con un pastón y tener un Jaguar aparcado en casa sin saberlo, que ahora, precisamente, no va a dimitir por un quítame allá esas décimas de fiebre. Dice la enfermera de todo lo que se le ocurre, ahora que se tocó la cara, después que la culpa fue del traje; dice el marido que no le maten al perro, y el perro no dice nada porque a la hora que esto escribo, al perro ya se lo han cargado; dice el consejero de sanidad que la enfermera es una mentirosa y dicen las redes sociales "salvemos al perro" pero nadie se ofrece a guardarlo en su casa y arriesgarse a que te de un lengüetazo. 

   Y digo yo, se pueden hacer las cosas peor? Seguramente sí, pero mejor no dar ideas, porque entonces, acabaremos teniendo que cerrar las fronteras y yo teniendo que aprender a fabricarme los churros en casa. España, si sigue así, no sólo será un país de parados, aeropuertos para liebres y ladrillo sin vender, será también un país peligroso, de donde te puedes venir con un bichejo en la sangre cosa que tiene bastante poca gracia. Y una reflexión final: si a San Francisco Javier lo enterraron en China, y al Padre Damián, infectado de lepra lo dejaron morir en Molokai  junto a los enfermos que cuidaba, me temo que el padre Parejo y el padre García Viejo nunca pidieron que los trajeran aquí a esparcir miasmas por la vieja Europa.Yo seré muy agnóstica y descreída, pero en la bondad de los misioneros sí creo, miren ustedes por donde! Fueron muchos años con las huchas del Domund pidiendo por las calles, y eso marca...

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