miércoles, 29 de octubre de 2014

El arte de comer

    Hay países donde comer es un mero trámite, necesario para vivir, como Inglaterra, o incluso un trámite molesto y caro, porque se gasta dinero y después hay que limpiar, como en Holanda. Hay países donde comer consiste en comprar mucha comida y tirar lo que sobra, como en USA, o países donde comer es un acto social, como en España o en Portugal. Hay países donde se cocina muy bien, pero luego se come regular, como en Francia. Hay países como Alemania o Argentina donde comer consiste en decidir qué trozo de carne guisamos hoy, mientras que en otros, por desgracia, comer es un desafío porque no hay ni un maldito trozo de carne que echar a la cazuela. Y de todos los países que conozco, que son unos cuantos, sólo hay dos donde comer sea un arte: Perú e Italia. Mis lectores más viajeros y conocedores de más países quizás puedan añadir alguno más a la lista, pero en el arte de comer (que no de engullir) no hay nada comparable  a estos dos. 

   Que en qué consiste el arte de comer? Pues en escoger las mejores verduras en cada momento del año, en no llenar los platos hasta el borde pretendiendo que lo mucho es igual a lo bueno, en creer en sus propios productos y no engañar con memeces de la fusión y sobre todo de la fusión japonesa, en estar seguros de que un simple plato de pasta basta para subir al séptimo cielo, en creer en la Santísima Trinidad del tomate, el aceite de oliva y el buen vino. El arte de comer es enseñar a los niños que el MacDo es una porquería con todas sus letras, y recordar a los mayores que sentarse para comer no sólo ayuda a digerir sino que además es bueno para el espíritu. El arte de comer pasa por no quemar el café, no echarle nata a los helados ni queso parmesano a los platos con pescado; el arte de comer es saber que con tres cosas se pueden hacer platos sublimes como una auténtica pizza Margherita o un rissotto a la milanesa, sin necesidad de esferificar, emulsionar y sobre todo, sin añadir una decoración a base de crema de vinagre balsámico. Se lo digo como lo pienso, a estos italianos sólo les aventajamos en el arte de curar jamones y en la invención de los churros y el gazpacho, por lo demás, por muchas estrellas Michelín que nos den los críticos, el italiano medio come mucho mejor, y por bastante menos dinero que el españolito de a pie. Y llevo cuatro días en Roma comprobándolo.

    Hoy, paseando por el Trastevere he visto miles de restaurantes, claro, y en uno de ellos, un cartel que decía "aquí estamos contra la guerra y contra el menú turístico" , toda una declaración de principios! Y en el restaurante donde he comido a mediodía, me ha costado Dios y ayuda convencer al camarero de que me alargara con agua el café porque sino me sienta mal; "y ahora me lo pedirá con leche, no?" , añadió el ofendido camarero.Ustedes lo llamarán impertinencia, pero cierto es que para instruir a los incultos, nuestros ancianos maestros usaban esta impertinencia sin medida, con buenos resultados en muchos casos. Los pueblos que comen bien son menos bárbaros y cometen menos atrocidades, aunque es verdad que este pueblo que cultiva el arte de comer, también inventó la Mafia y acoge el Vaticano...nadie es perfecto.

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