sábado, 13 de septiembre de 2014

Ciao!

    Estoy en Italia por motivos estrictamente profesionales, visto que la temporada turística se me ha acabado. No es un lugar extraño para mí pues, por si no se lo he contado ya mil veces, pasé en Italia tres años de mi larga y placentera vida estudiantil. Y como siempre que vuelvo, siento una extraña mezcla de familiariedad y extrañeza, en este país que nos vendieron a los de mi quinta como el más parecido al nuestro y que, sin embargo, es tan diferente. Italia es como es, y poco o nada tiene en común con España, aparte de cierta similitud en la lengua y en el gusto por la picaresca como método de supervivencia; y aún en este punto hay casi más divergencias que parecidos, pues los italianos tienen mucho más arte que nosotros para colarse en las filas, darte las vueltas equivocadas en los mercados y defraudar a Hacienda de todas las formas posibles e imaginables. 

    Italia es ese país donde huele a café por la calle cuando se pasa delante de un bar, y donde el café se hace como Dios manda (y Dios aún manda mucho en este país)  ya sea un café de a millón en una terraza de la Piazza de San Marco en Venecia o un desayuno apresurado en la cafetería de un aeropuerto: con el café no se bromea y eso nos separa de los españoles, que nos tomamos el café requemado y de cualquier manera y les aseguro que después de 4000 kilómetros hechos este verano también a golpe de café, sé de lo que hablo. Es el país donde se come pasta todos los días del año porque los italianos aseguran que si no lo hacen les duele la cabeza, y quizás en eso tengan razón. Yo al menos, cuando vivía en Italia comía mi plato de pasta diario, y me dolía menos la cabeza...también era más joven, claro. 

      Italia es el país de donde no te puedes marchar sin comprarte un par de zapatos, y donde además, entras en una zapatería y el dependiente, a ojo de buen cubero, calcula el número que tienes y cuál es modelo que te sienta mejor. Es el país donde hasta a los que no nos interesa la moda nos llaman la atención los escaparates y de donde salen todas las modas que del mundo han sido. Por cierto, por lo que he visto estos días en las calles de Milan, en pocos meses los hombres europeos comenzaràn a llevar americanas con solapas de dos colores (como se lo cuento) supongo que los de Zara ya se han enterado y están fabricándolas. Los italianos, por supuesto, ya las llevan todos. 

    Y para terminar con los estereotipos que se mantienen en esta mi historia de idas y venidas por Italia, confirmo que Italia es ese país donde en los ascensores, los hombres no te miran a tí, sino que se miran ellos en el espejo y se colocan el nudo de la corbata y las gafas de sol, sin las cuales no se les ocurre echarse a la calle. Mucho tiene que cambiar España para acabar pareciéndose a Italia, y ésto que ya descubrí yo solita cuando era estudiante, lo reitero ahora que soy mayor y trabajadora. Ciao a tutti! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario