martes, 15 de julio de 2014

Selfies, autofotos, autorretratos y autobombo

    Nunca me he hecho un selfie, o autofoto, como le gusta decir a los puristas. Si me lo permiten ustedes, y sé que tengo entre mis lectores a muchos puristas, voy a dejar lo de "selfie", porque me hace más gracia el término; autofoto me suena como  a multa de tráfico.

    Como iba diciendo, nunca me he hecho un selfie porque no me he encontrado nunca en una situación en la que lo que aparecía detrs de mí fuera digno de propagar a los cuatro vientos de Facebook, que es donde aparecen los selfies; o en Twitter, que no tengo. Algo que no le ocurrió al memo que se hizo la foto el otro día en plena carrera de los Sanfermines, que traía detrás de él y se fotografiaba con un par de pitones de padre y muy señor mío que no le hubiera estado mal empleado que se le ensartaran allá por donde más duele. Creo que salió del lance con una multa de tres mil euros, algo es algo; aunque la tontería a veces se merece una buena cornada en las partes pudendas más que una estocada al monedero. 

    Me parece que no soy carne de selfie porque no voy nunca a grandes conciertos ni espectáculos de masas, me agobian las multitudes, nunca voy a escuchar a los políticos en sus mítines, ni a partidos de fútbol ni a fiestas nocturnas, ni a la Plaza de San Pedro a saludar al Papa, así que ya me dirán qué sentido tiene hacerse un selfie con una vida tan sosa como la mía. Y  a esto se le añade que gasto unos teléfonos móviles birriosos, con los que es dificilísimo saber si uno está haciéndose una autofoto de cuerpo, o de cuarto y mitad del rostro o si es posible que salga la Torre Eiffel de fondo, que es el único intento que he hecho hasta ahora: la semana pasada, concretamente.

    Como siempre, no hemos inventado nada nuevo en este siglo XXI de la imagen, sólo lo hacemos aplicando otra técnica; porque desde que existieron los pintores, existieron los autorretratos, quizás con unas pretensiones más artísticas y psicológicas que las que animan ahora a las hordas internautas a autoretratarse con un móvil; pero lo que hacemos ahora ya lo hiceron, entre otros muchos Velázquez, Rembrandt, Goya, Van Gogh o Picasso, por citar sólo una pequeña lista de muchachos talentosos. Con la fotografía digital llegó la inmediatez, y si me permiten la rima simplona, también la estupidez!

    Tenemos la mala costumbre de reirnos de nuestros adolescentes por autofotografiarse a todas horas, y a las primeras de cambio nosotros hacemos lo mismo, casi siempre con una copa en la mano, cara de soplagaitas y con peores resultados que los chavales, que son bastante más diestros en este arte. Acabaré por pensar que lo del selfie es un chute de falsa juventud, como el Botox. Me temo que con la llegada de las vacaciones, nos aguardan las siete plagas de Egipto en versión selfie con fondo de chiringuito playero; este sarampión habrá que pasarlo...

    Qué pena que quienes podrían utilizar este invento para remediar muchos de los males que les rodean no puedan hacerlo; porque los niños africanos forzados a alistarse en ejércitos, las mujeres indias violadas en los autobuses, las  doscientas niñas secuestradas en Nigeria o las niñas tailandesas obligadas a ejercer la prostitución callejera dudo que tengan acceso a un teléfono inteligente con cámara de fotos y abono a Internet. Lástima que cuando los humanos inventamos un cacharro con cámara e interruptores no seamos capaces de sacarle el mejor partido posible y sí el más idiota. Ejemplo reciente: por qué los muchos futbolistas que estos días en Brasil se han puesto ciegos a hacerse selfies no se los han hecho delante de una favela? Y por qué los políticos no le ponen como condición al ciudadano petardo que se les acerca con semejante intención el demostrar que al menos, votan cuando hay elecciones? Ya, ya sé que soy muy pesadita con ésto de votar, considerenlo una cantinela de vieja.

    Yo, sin ir más lejos, si me dejara llevar, me haría ahora mismo un selfie delante de un cartel que pusiera "cerrado por vacaciones", pero no puedo!

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