martes, 8 de abril de 2014

Sin opinión

    No nos engañemos: si no te llamas Paris Hilton y escribes un blog, los que te leen son tus amigos, tus vecinos, tus parientes y unos cuantos colegas del trabajo; y después de ellos, los amigos de tus amigos, los parientes de tus parientes y los conocidos varios...y no todos. Tal cercanía con el lector tiene como ventaja el escribir una especie de hoja parroquial en la que los que te leen ya saben que no van a encontrar ningún secreto oscuro de tu vida. 

    Y también tiene la cosa sus inconvenientes, porque como casi todos los que te leen te conocen y se encuentran contigo por los ascensores y las esquinas, empiezan dándote ideas para escribir y acaban queriendo convertir tu blog en un programa de discos solicitados. Esto último, he notado que ocurre cada vez que se muere alguien famoso, sin importar si es Manolo Escobar o Adolfo Suarez. O cuando ocurre algún suceso chocante, como el asunto de Esperanza Aguirre y la policía municipal; episodio del que me niego a escribir a pesar de las muchas peticiones que me han llegado estos días, se siente. Total, si todo el mundo tiene Facebook para colgar fotos, chistes y reivindicaciones varias, por qué tenemos que trabajar por encargo los pobres blogueros, que usamos nuestro espacio para creernos que escribimos y de paso ahorrarnos el psicoanalista?

    A veces pienso que esa manía que tenemos los españoles de opinar de todo (especialmente de lo que no sabemos) y de crear tertulias de opinión en la tele, en la radio, en la panadería y hasta esperando para coger el ascensor nos lleva demasiado lejos, y nos pensamos que cualquier cosa escrita, hasta una pintada callejera, se puede convertir en una columna de opinión. Si al menos tanto dar nuestro parecer y tanto constituirnos en opinantes hubiera hecho de nosotros seres más tolerantes, otra cosita sería; pero me temo que la especialidad del "Homo Hispanicus" es opinar, te lo pidan o no, y no escuchar con mucha atención la opinión contraria; y por supuesto, antes muertos que admitir que esa opinión contraria es mejor que la nuestra. De acuerdo que de todo hay en todas partes, pero este carácter patrio que tan bueno es para ciertas cosas, no nos sirve para debatir, discutir, escuchar y formarnos una opinión rebatible; no nos lo pusieron en nuestro ADN, qué le vamos a hacer. Y por eso, como dice el Gran Wyoming tantas veces en el fantástico "Intermedio" de La Sexta, nuestra democracia ha nacido con una malformación congénita. 

   Así que ruego al respetable público que lo tenga en cuenta: yo no escribo este blog para opinar, y francamente, creo que cuando doy mi opinión, ésta cuenta bastante poco. Escribo porque me gusta, me relaja y, sobre todo, me desfoga de todos mis demonios internos y mis tormentas cerebrales, que como ya he dicho tantas veces, como no soy una persona Zen, son muchas y variadas. Y no le voy a dedicar más que un par de líneas a Esperanza, a quién le reconozco al menos dos cualidades que le faltan a la mayoría de los políticos españoles: agallas y sentido del humor. Ya me hubiera gustado a mí ver a la Cospedal y a Rita Barberá sometidas al acoso y las chanzas  de los de "Caiga Quien Caiga" durante años y terminar convirtiéndose en colega del Wyoming, Tonino y compañía: no hubieran aguantado ni medio asalto! Si ya se ponen de mal humor hasta cuando les preguntan los periodistas serios...

    Puestos a escribir por encargo, ya sé que nadie me lo va a pedir, pero escribiría sobre Mickey Rooney que murió ayer; y que fue un señor que resistió hasta los 93 años después de casarse ocho veces (una de ellas con Ava Gardner, que debe de contar doble) y de sobrevivir a ocho divorcios. No es este vicio matrimonial algo desdeñable, teniendo en cuenta que el hombre medía um metro cincuenta  y que en una de esas se llevó a Ava Gardner al huerto, la cosa tiene su mérito y tal como la propia Ava decía a sus conocidos (no me cansaré de aconsejarles la estupenda biografía de Lee Server, "Love is nothing"): "desconfíen ustedes del pequeñajo, se sabe todos los trucos"...no creo que fueran de magia. 




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