martes, 1 de abril de 2014

Lo peor es posible

    En el año 2002, Jean-Marie Le Pen, fundador del Frente Nacional (partido de extrema derecha aunque ellos lo niegan) llegó a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas. A toda la nacíón le recorrió el espinazo un intenso escalofrío: tenían que elegir entre un presidente en ejercicio, senil, de derechas y no particularmente destacado en ese momento y un candidato de extrema derecha, bocazas,  xenófobo y racista. Ganó el presidente repetidor, claro, porque en aquel entonces, los franceses aún eran los guardianes de la Revolución, un pueblo que desayunaba cada mañana un café au lait, un croissant, liberté, egalité y fraternité. 

    Por esas cosas del destino, yo estaba entonces a miles de kilómetros de Europa y por casualidad, rodeada de franceses por todas partes menos por una. Aún recuerdo la agitación de aquella gente, alejada de su país en un momento crucial, que intentaba por todos los medios arreglárselas para votar en la segunda vuelta y cerrarle el paso a Le Pen. Aunque también recuerdo a alguno que secretamente se regocijaba de la situación, supongo que sin comprender muy bien lo que estaba en juego, pues aquellos franceses de los que hablo eran padres adoptivos en espera de que su país les autorizara el regreso a casa con unas criaturas en muchos casos de color oscuro que,  de ganar Le Pen, no iban a tener una vida muy fácil en el país de la Marsellesa... como diría el otro, "hay gente pa'tó". 

    Dijo Churchill sin equivocarse ni medio que la democracia era el menos malo de los sistemas políticos; y cuando lo dijo estaba cargado de razones, porque acababa de terminar la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, si dejamos que la democracia funcione, como los humanos somos malotes (y algo tontos todo hay que decirlo) nos encargamos de estropearla; y si no funciona, se convierte en una dictadura, que es algo infinitamente peor. Y para salir de la dictadura hay que provocar un conflicto que a veces acaba en guerra, se cobra muchas vidas humanas y se instaura una democracia, y vuelta a la casilla de salida. 

    Y no sé si somos conscientes de que, si lo malo es posible, lo peor también lo es; véase el caso Le Pen.  El viejo Jean-Marie era un exaltado, bastante inculto y violento en su discurso, que tenía unos pocos adeptos que le votaban con fe ciega, porque el mensaje era inexistente y, sobre todo, impresentable e incompatible con los valores de la Francia republicana, que son los que media humanidad desearía aplicarse. El tipo se retiró en el 2008 dejándole el puesto a su criatura, una rubia de bote bastante más inteligente de lo que aseguran sus enemigos. La niña Marine le ha cambiado el nombre al partido, para que no parezcan una banda de las SS, habla de manera convincente y no siempre facinerosa, no parece amar la botella como su padre y vocaliza bastante más y, sobre todo, sabe cómo administrar sus gestos y sus apariciones para confundir al personal: no hace mucho condenó el Holocausto públicamente y en presencia de varios rabinos, cuando su padre había sido juzgado años atrás por negacionista. Ha conseguido que la gente olvide la letra pequeña de su partido, donde se mantiene la pena de muerte, se le niega la nacionalidad francesa a los hijos de los inmigrantes y se rechazan varios principios de la Convención Europea de los Derechos Humanos. 

    Hay quien pensará que lo de ahora es mejor  que lo de antes, y así lo han dejado escrito en las urnas el pasado domingo, sin darse cuenta que aunquer la mona se vista de seda...Cuando empiecen a gobernar todos esos alcaldes, que según su partido pueden moler a palos a los mendigos y negarle la plaza en una escuela municipal a los chiquillos sirios o ucranios, ya verán los votantes que la rubia Marine se los llevó a todos al huerto. 

    Les cuento todo ésto, porque en España nos pensamos que es algo que no nos sucederá, mientras el PP siga gobernando de acuerdo con ciertos ricos y con toda la Conferencia Episcopal; y miren por dónde, ya le ha salido un enano por la derecha, en forma de partido político que responde al nombre de "Vox" (por qué todos los carcas tiene que usar el latín de tan mala manera? ). Estos señores de Vox, se anuncian como conservadores, simplemente, pero dicen que "tienen que actuar para salvar a España", frase que, escuchada con la prespectiva de la historia da mucho miedo. Ya veremos cómo les va en las urnas, porque si evolucionan como los secuaces de Le Pen, y nada demuestra que nosotros seamos más espabilados que los franceses, nos daremos cuenta que en la democracia, como en la vida misma, después de lo malo, aún es posible lo peor.

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