viernes, 18 de abril de 2014

Jueves sin procesión

    Tal día como hoy, hace un año, escribía yo una entrada con un título parecido: "Jueves de procesión" decía aquella, y eso que llovía a cántaros y no salió ni una procesión en más de media España. A pesar de la alegría que me produjo la falta de desfiles de santos y capirotes (léanse esa entrada si quieren argumentos) a Dios puse por testigo, como Escarlata O'Hara, que el año siguiente no volvían a pillarme en la España continental  esperando la salida de la Virgen a la puerta de una Iglesia, y menos aún con esa música odiosa de tambores y cornetas, que parece compuesta por los enemigos y tocada muchas veces por los emisarios de Belcebú...en Sevilla una de los cornetas es Paquirrín, no les cuento más. 

    Así que hoy, Jueves Santo para la humanidad creyente, yo estoy en una isla muy parecida a lo que debiera haber sido el paraíso terrenal, por seguir con el símil católico, y siempre en territorio hispano, no sea que alguien me eche en cara el no gastarme en mi patria lo que me gano fuera de ella. por cierto, algo que tengo a gala señalar, porque nuestros gobernantes y familia Real, tienen por costumbre hacer lo contrario: se gastan fuera lo que se ganan en España, o aún mejor, lo que les pagamos los españoles y no siempre se merecen. Dicho queda. Y como estoy en el paraíso, me he permitido hacerme alguna reflexión sobre Adan y Eva, por el lado laboral. No me malinterpreten pero si el trabajo es un castigo bíblico, hay que reconocer que el Creador se ensañó a conciencia. Y de paso, a las mujeres nos dejó de propina lo de parir con dolor, que veinte siglos antes de la invención de la peridural, ha proporcionado a las descendientes de Eva un buen montón de contracciones dolorosas.

    Esto del trabajo, es como lo de ni contigo ni sin tí. Nos damos cuenta lo bien que estamos sin él cuando se nos juntan varios días de asueto, y la posibilidad de gastarlos en en paraiso (cada cual el suyo); pero para gastar, y sobre todo para gastar tiempo y ocio a muchas millas de casa, hay que trabajar. Si hay mucho trabajo, nos hierve la sangre y se nos funden los plomos, si no hay trabajo la cosa se pone aún peor. Para tener vacaciones hay que tener trabajo, y para poder marcharse de vacaciones (nótese la sútil diferencia que marca el verbo "marchar")  hay que tener un buen trabajo que te permita ahorrar lo suficiente y ausentarte de él. Una gaita, vamos, de la cual sólo se libran, como  siempre, los muy ricos por casa, que no son los que tienen trabajo sino los que no han trabajado en toda su vida.

    Pues bien, señoras y señores, amables lectores  todos, se acaba para mí este jueves sin procesiones, aunque para ustedes ya se acabó hace una hora, porque yo estoy en Canarias. O incluso para algunos de ustedes, que acompañan a sus Macarenas y Cristos dolientes no se acabe el jueves hasta bien entrada la mañana  del viernes, donde como solía decir mi padre con cierta retranca, ya no queda ni Dios.

    En este jueves sin procesiones que yo he disfrutado al sol, se ha marchado para siempre García Márquez, uno de mis ídolos, mi compañero de muchas tardes de verano, de muchos viajes en trenes y aviones, de muchas horas en las salas de espera y de muchos viajes a Colombia hasta que llegó el viaje verdadero. A él si que hubiera sido yo capaz de sacarlo en procesión, llevarlo a hombros y hasta ponerle flores en un altar...a veces los dioses no son los que hacen los milagros y te castigan echándote del paraíso, sino los que te lo enseñan y te dejan disfrutarlo. Descansa en paz Gabo, nos veremos en Macondo, tantos años en tu compañía creo que hasta me dan derecho a tutearte. 

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